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Surrealismo presidencial

La frase favorita del presidente, “yo tengo otros datos”, es la síntesis misma del surrealismo encarnado por su gobierno y su partido. Entendido el surrealismo como una realidad ilógica y absurda.

Es claro que el origen del surrealismo presidencial se encuentra en la falta de resultados de su gobierno luego de dos años y medio de gestión, y la necesidad de abanderar de algún modo a su partido y proyecto frente al proceso electoral que viviremos en un par de meses.

El presidente ha construido su surrealismo al exacerbar el resentimiento social y polarizar la vida pública. Todo aquel que discrepa es señalado de inmediato como enemigo del pueblo y puesto a merced del aparato propagandístico gubernamental oficial y oficioso para ser vituperado, calumniado y ridiculizado.

Esto demuestra no sólo la nula tolerancia presidencial a la diversidad política, que es la base de la vida democrática, sino que comprueba su aversión al debate y su incomodidad frente a la libertad de expresión. Frente a datos sólidos y comprobables, el presidente descalifica e ignora. Frente a opiniones inteligentes y articuladas, él ataca y calumnia. Él mismo reconoció que prefiere lealtad ciega por encima de cualquier otra cosa.

A esto se suma el descarado desmantelamiento de los contrapesos institucionales que fueron construidos frente al desmedido poder presidencial que caracteriza al régimen político mexicano. Trátese de la autoridad electoral autónoma, del órgano fiscalizador de la Federación, del consejo evaluador autónomo de la política social, del organismo encargado de la compilación y análisis de la información estadística nacional, del Poder Judicial autónomo, del propio Congreso de la Unión o de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el presidente se ha encargado de atacarlos, desmantelarlos, intervenirlos o simplemente desacreditarlos e ignorarlos.

El surrealismo presidencial se muestra en su autoproclamación como juarista y su reiterado comportamiento y opiniones sobre asuntos públicos de corte religioso.

El surrealismo presidencial se aprecia en sus afirmaciones sobre que su gobierno ha enfrentado con éxito la pandemia y los reportes internacionales que colocan a México como el país con el mayor índice de mortalidad y la tercera mayor cifra de fallecimientos. En sus anuncios, hace meses, con bombo y platillo sobre la compra de millones de dosis de vacunas, el posterior ocultamiento injustificado de contratos y facturas y la poca cantidad que ha llegado al país (la mayoría como resultado de la solidaridad de otros países). En su supuesta cruzada contra las corruptelas del pasado y las denuncias públicas que involucran en el presente a miembros de su círculo cercano en actos flagrantes de corrupción que han quedado impunes. Y podemos seguir ad nauseam.

El surrealismo presidencial es la cínica (y única) estrategia para intentar mantener a flote un gobierno incapaz de resolver los graves problemas del país y que va a un plebiscito sobre su gestión. La simple y llana verdad apegada a la realidad no es opción, porque las muy desleales se empeñan en desmentir un día sí y otro también al presidente.

JB