El inmueble se localizó en un inmueble de la carretera San Vicente a Ocotlán....
La contratación de Limón García ya le costó al erario al menos 233 mil 700 pesos....
La recientemente publicada Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2025 indica que 29.7 por ciento de los hogares d...
La exploración del terreno pendiente del sitio de inhumación clandestina va prácticamente a la mitad, reconoce la Vicefiscalía de Personas Desapar...
...
Más de 21 mil ingresaron a centros universitarios y los más de 67 mil restantes a las preparatorias del SEMS....
Le envía la misiva a Claudia Sheinbaum ...
El Instituto recuerda a las y los trabajadores que todos los trámites son gratuitos....
Para tratar temas comerciales, migratorios y de inversiones...
Jueces y magistrados recién designados han solicitado licencias de más de seis meses antes de asumir funciones...
El boxeador Jesús Iván Mercado Cabrera, conocido en el ring como “Rafaguita”, fue localizado sin vida el pasado lunes 15 de septiembre en la car...
La artista celebrará un concierto el próximo 14 de noviembre en Ciudad de México....
Farrell y Robbie se presentan como David y Sarah, dos extraños que se encuentran en la boda de un amigo en común que, de forma inesperada y tras una...
El Huachicol
Porque nos la quitaron
La frase favorita del presidente, “yo tengo otros datos”, es la síntesis misma del surrealismo encarnado por su gobierno y su partido. Entendido el surrealismo como una realidad ilógica y absurda.
Es claro que el origen del surrealismo presidencial se encuentra en la falta de resultados de su gobierno luego de dos años y medio de gestión, y la necesidad de abanderar de algún modo a su partido y proyecto frente al proceso electoral que viviremos en un par de meses.
El presidente ha construido su surrealismo al exacerbar el resentimiento social y polarizar la vida pública. Todo aquel que discrepa es señalado de inmediato como enemigo del pueblo y puesto a merced del aparato propagandístico gubernamental oficial y oficioso para ser vituperado, calumniado y ridiculizado.
Esto demuestra no sólo la nula tolerancia presidencial a la diversidad política, que es la base de la vida democrática, sino que comprueba su aversión al debate y su incomodidad frente a la libertad de expresión. Frente a datos sólidos y comprobables, el presidente descalifica e ignora. Frente a opiniones inteligentes y articuladas, él ataca y calumnia. Él mismo reconoció que prefiere lealtad ciega por encima de cualquier otra cosa.
A esto se suma el descarado desmantelamiento de los contrapesos institucionales que fueron construidos frente al desmedido poder presidencial que caracteriza al régimen político mexicano. Trátese de la autoridad electoral autónoma, del órgano fiscalizador de la Federación, del consejo evaluador autónomo de la política social, del organismo encargado de la compilación y análisis de la información estadística nacional, del Poder Judicial autónomo, del propio Congreso de la Unión o de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el presidente se ha encargado de atacarlos, desmantelarlos, intervenirlos o simplemente desacreditarlos e ignorarlos.
El surrealismo presidencial se muestra en su autoproclamación como juarista y su reiterado comportamiento y opiniones sobre asuntos públicos de corte religioso.
El surrealismo presidencial se aprecia en sus afirmaciones sobre que su gobierno ha enfrentado con éxito la pandemia y los reportes internacionales que colocan a México como el país con el mayor índice de mortalidad y la tercera mayor cifra de fallecimientos. En sus anuncios, hace meses, con bombo y platillo sobre la compra de millones de dosis de vacunas, el posterior ocultamiento injustificado de contratos y facturas y la poca cantidad que ha llegado al país (la mayoría como resultado de la solidaridad de otros países). En su supuesta cruzada contra las corruptelas del pasado y las denuncias públicas que involucran en el presente a miembros de su círculo cercano en actos flagrantes de corrupción que han quedado impunes. Y podemos seguir ad nauseam.
El surrealismo presidencial es la cínica (y única) estrategia para intentar mantener a flote un gobierno incapaz de resolver los graves problemas del país y que va a un plebiscito sobre su gestión. La simple y llana verdad apegada a la realidad no es opción, porque las muy desleales se empeñan en desmentir un día sí y otro también al presidente.
JB