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Un México violento
Porque nos la quitaron
No existe ningún peligro tan grande como la impunidad. Cuando un criminal ejecuta su transgresión sin posibilidad de ser castigado se libera y extrema su potencial de maldad.
El estridente italiano Giovanni Papini lo escribió mejor en El crepúsculo de los filósofos: “Quien tiene fuerzas, roba; quien tiene armas, mata; quien está seguro de la impunidad, se hace ladrón y asesina. No hay otra moral que la de los lobos, otro código que el de los buitres”.
Jalisco, se sabe desde hace mucho tiempo, padece de un mal devastador: somos el primer lugar nacional en desapariciones. Son 14 mil 873 víctimas.
Hay diversas circunstancias que provocan la desaparición de alguien. Por voluntad propia, los menos, o porque alguien más está infringiendo algún asesinato, abuso, tortura o una privación del derecho más grande que tenemos como personas: la libertad.
Este fenómeno se ha exacerbado durante el mandato de Enrique Alfaro Ramírez. Según la revisión del periodista Enrique Osorno para Mural, en apenas 14 meses pasamos de las 11 mil víctimas a casi 15 mil.
Las causas que nos han llevado a tal situación son estructurales. De origen, el incremento delincuencial y el peligro que significa andar por las calles de la ciudad o en zonas libres de autoridad que hay en el estado. Pero también por fallas elementales como el extravío de carpetas de investigación entre los policías, la burocracia que provoca que puedan pasar años antes de identificar cuerpos en la morgue o jueces que no están sensibilizados y no toman por buenos los indicios que presentan familiares de las víctimas.
Esto por mencionar sólo cinco causas, pero son muchas más las que han dejado a miles de familias ante la dolorosa incertidumbre de una ausencia involuntaria.
Con todo, la causa que más impulsa este tsunami de desapariciones en Jalisco es la impunidad.
NTR publicó que apenas se han emitido cuatro sentencias condenatorias por desaparición hasta julio de 2021. Cuatro… apenas cuatro de 14 mil 873 víctimas. No dejo de repetirlo porque el dato me deja sin aliento. Sólo cuatro.
El reportero Lauro Rodríguez escribió que “de las cuatro sentencias condenatorias, dos son por el delito de desaparición forzada y las dos restantes por desaparición cometida por particulares; por lo tanto, a nivel general hay una impunidad de 99.97 por ciento”.
No creo que exista, ni por asomo, un dato en la incidencia delictiva que pueda ser más devastador. Más escalofriante. Papini tenía razón: en Jalisco sobrevivimos entre lobos y buitres.
Tales números son de la propia Fiscalía de Jalisco y fueron revelados por el Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad) y colectivos de familias de desaparecidos en un informe entregado hace un par de semanas al Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU.
Para documentar todavía más el tenebroso panorama, Anna Karolina Chimiak, codirectora del Cepad, afirmó que ese nivel de impunidad “es un incentivo para la comisión de nuevas desapariciones al señalar que al momento de desaparecer a alguna persona no existe ninguna consecuencia ni costo por estos hechos”.
En 2004, Guillermo Zepeda Lecuona, amigo mío de la infancia y destacado académico, publicó una investigación titulada Crimen sin castigo. El ahora titular del Instituto de Justicia Alternativa de Jalisco hizo un detallado estudio nacional sobre la procuración de la justicia. Aunque se me perdió aquel libro, recuerdo que comprobó estadísticamente que la impunidad era uno de los mayores lastres que arrastraba México.
La del estribo se va con un mensaje directo a Alfaro: el peor estigma con lo que la historia recordará tu sexenio serán los desaparecidos.
Twitter: @cabanillas75
jl/I