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La pandemia de la mente

El problema con la pandemia no es sólo el cuerpo. La vida de todos cambió de la noche a la mañana. Hoy, la nada parece tragarse la vida. Con esta ola, todo se suspendió de nuevo. Las relaciones humanas están paralizadas, con excepción de algunos sectores.

Los especialistas en salud mental consideran que los efectos letales del coronavirus son no sólo las muertes, sino también todo lo que trae consigo: tristeza, ira, sentimiento de impotencia, frustración, soledad, insomnio, angustia, depresión… La epidemia también es psíquica, y no todos tienen los medios para procesar la angustia.

Para los sociólogos, la prolongación de la pandemia provocará una “ruptura antropológica”, con el reforzamiento de un nuevo individualismo, con ausencia de rasgos solidarios.

Para el doctor Fabián Acosta Rico, este fenómeno aísla a cada individuo en su hogar, pero manteniéndolo en contacto con el mundo, y tiene similitudes con el fenómeno de los adolescentes japoneses que viven aislados y se niegan a salir de sus casas mientras se comunican con todo el mundo a través de las redes sociales, donde la presencia física no importa. Este fenómeno implica un rechazo de lo corpóreo. Ya no hay un cara a cara, es decir, una relación con el rostro del otro.

El cuerpo hoy es una amenaza: hay que lavarlo, inspeccionarlo y limpiarlo de cualquier contacto. Las manos deben limpiarse con gel. Ya no nos tocamos.

En este contexto de reclusión, la comunicación a través de Internet invade el mundo y contribuye a destruir aún más la conversación, una de las formas fundamentales de ser humano. El otro también se convierte en un obstáculo, en un peligro que me puede enfermar o matar con el virus como arma.

Para los asesores en espiritualidad, estar en casa no significa ganar en interioridad. Es difícil meditar un retorno sobre uno mismo, como cuando se camina, a través de la contemplación de la naturaleza y de los elementos; se está lejos del viento total del mundo, dando vueltas en círculos, preocupándonos por nuestros seres queridos.

Para los amantes de la literatura y la poesía es difícil vivir detrás de la ventana la llegada de las estaciones, la llegada de la primavera, ese momento de sacralidad, de renacimiento, donde el sol y la naturaleza invitan, donde el bosque vuelve a cantar.

Nuestro aparato psíquico ha sido sacudido, como en el box, ya no se siente lo duro, sino lo frecuente de las sacudidas de las certezas que daban firmeza y sentido a la vida. Los boxeadores cambian después del primer nocaut.

El neuropsiquiatra Boris Cyrulnik, quien desarrolló el concepto de resiliencia, predice que nuestras sociedades saldrán profundamente transformadas de la epidemia.

El papa Francisco señala que a la humanidad le irá mejor después de la pandemia. “Espero que los científicos nos ayuden a darnos cuenta de que ya no podemos caminar por el camino del consumismo, el placer, la destrucción. Espero que los economistas presenten otro modo de relación económica donde la ganancia no sea el primer objetivo y la acumulación financiera de unos no sea descartar a los pobres. Quizás, incluso, pueda surgir un nuevo modo de economía que reorganice las relaciones de nuestra casa común, para superar una economía de bolsa”.

Es tiempo de releer a Freud que enseña a pensar más allá del instinto, a ser humanos y mejores personas. En La civilización y sus descontentos ayuda a comprender la angustia generalizada de la muerte y la pérdida, y mantener una visión razonable sin dejarse vencer por estados de ánimo depresivos y violentos.

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