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Militares y militantes

El pasado martes, en el Senado de la República, López Obrador logró una de sus mayores victorias del sexenio en términos políticos y de gobernabilidad. La bancada de Morena y sus aliados de ocasión lograron sacar adelante, con algunas modificaciones, un dictamen determinante para el resto de presente sexenio y para el siguiente: mantener al Ejército en labores de seguridad en todo el territorio nacional hasta 2028.

Ya en 2019 el presidente había dado el primer paso hacia la militarización de la seguridad pública, esa que tanto cuestionaba en campaña, con una iniciativa que blindó desde la Constitución bajo un amplio consenso y el apoyo de la oposición, pero el 4 de octubre pasado las cosas fueron muy diferentes. Los ánimos estuvieron caldeados, el debate de argumentos se redujo a ofensas personales entre legisladoras de Morena y del PAN, y cada voto se regateó con sangre, sudor y lágrimas.

Algunas voces afirmaron que este dictamen –más que las reformas eléctrica o electoral– era prioridad para el inquilino de Palacio Nacional, interés que se evidenció en el cabildeo entre el gobierno y algunos actores de la oposición. Y es lógico, considerando que después de cuatro años la polarización del país se ha alimentado principalmente del debate sobre la seguridad, de los resultados que se han presentado en el actual sexenio y del rechazo/aceptación de las Fuerzas Armadas en labores policiales.

El resultado de la votación del martes mostró, además, la verdadera disciplina y cohesión institucional de los partidos. Esa que se ve en los momentos cruciales. Morena, más allá del desastre organizacional que es como partido, se comportó a la altura a la hora de la verdad. Con 87 votos a favor y 40 en contra, el partido del presidente pudo acceder a las dos terceras partes de la cámara gracias al inaudito apoyo de visibles opositores del régimen como el perredista Miguel Ángel Mancera o la priista Sylvana Beltrones. Este hecho representó, sin duda, un duro golpe para la alianza opositora que hoy confirma que no puede confiar en una parte del PRI y en lo que queda del PRD.

La batalla campal en el Senado también evidenció a un PAN solitario, algo que podría beneficiarlo y colocarlo en una mejor posición respecto al potencial apoyo de los electores más radicales y contrarios al lopezobradorismo, a muchos de los cuales la presencia del PRI y el PRD en el paquete opositor les hace mucho ruido.

Si a esto le sumamos que las y los senadores de Movimiento Ciudadano, sin ser parte de la alianza, se mantuvieron firmes y unidos contra el dictamen impulsado por el presidente, podríamos suponer que están dadas las condiciones para que ocurra una alianza entre PAN y MC, dos partidos que comparten discursos, motivaciones políticas y perfil de posibles electores.

Por último, dos actores fueron clave para lograr los votos requeridos para aprobar el dictamen: Ricardo Monreal y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. La operación política que desplegaron sorprendió a propios y extraños. Monreal intentó reivindicarse, se jugó el todo por el todo en el afán de recuperar la confianza de López Obrador y lo hizo en un momento crucial y en un tema sustancial de nuestra vida pública y de la agenda del presidente.

Respecto al debate de si es o no necesaria la presencia de las Fuerzas Armadas en labores policiales podríamos concluir que tanto Andrés Manuel López Obrador como la oposición tienen razón: no es posible sacar a los militares de las calles en este momento, pero tampoco es posible perpetuar su presencia como policías en detrimento de las corporaciones civiles de seguridad. Vaya encrucijada en la que estamos metidos las y los mexicanos.

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jl/I