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¿Acaso seré yo, maestro?

El pasaje bíblico de la traición ocurre durante la Última Cena. En medio de la celebración, escribe Mateo en su evangelio, Jesús anuncia a los doce: “Uno de ustedes me va a entregar”. Y entonces, entre el silencio y la sospecha, cada uno pregunta: “¿Acaso seré yo, maestro?”.

Algo similar, imagino, sucederá en la próxima posada del Gabinete estatal. Cuando se repase el organigrama y alguien proponga la quiniela de los que no seguirán en la nómina el próximo año, más de uno mirará su copa y pensará lo mismo: ¿seré yo?

Esta columna parte de esa escena para analizar el primer año de gobierno de Pablo Lemus y el inevitable reacomodo que se avecina.

Si el gobernador decidiera con base en desempeño y capacidad, hay funcionarios que probablemente no continuarían. Algunos por razones personales o de salud (sus nombres, por respeto, no se mencionan), pero otros simplemente por falta de resultados.

Entre los heredados del alfarismo destacan figuras que pesan más por su pasado político que por sus logros presentes: Diego Monraz en la Secretaría del Transporte, Alberto Esquer en la Jefatura de Gabinete y Salvador Zamora, distraído de sus tareas de política interna como segundo al mando.

Tres nombres cercanos al ex gobernador Enrique Alfaro que poco han aportado a destrabar la operación técnica y política de esta nueva etapa.

Al inicio del sexenio, Lemus llegó con su propio equipo de Zapopan, pero la política también exige ceder para construir. Un año después, esa mezcla de cuadros propios y heredados no termina de cuajar. No hay nada más desgastante que tener que convencer a los propios aliados, porque eso entorpece el rumbo y diluye el propósito.

Contrario a lo que algunos opinan, creo que sí existe un proyecto de Lemus. Su modelo, replicado de la experiencia zapopana, tiene como ejes la eficiencia y la cercanía ciudadana. “La ciudad de los niños” no fue solo un lema; fue una forma de gobernar con resultados visibles que se reflejan en tres elecciones ganadas por amplia diferencia.

Pero trasladar ese método al ámbito estatal no ha sido sencillo. La administración aún carece de coordinación, y algunos de sus integrantes parecen ir por libre.

No todo es gris. Hay funcionarios heredados que han respondido y ganan la confianza del gobernador: Juan Carlos Miramontes en Educación; Priscila Franco, en Asistencia Social; y Fabiola Loya, al frente del SISEMH. También el llamado equipo compacto en las coordinaciones: Roberto Alarcón en Seguridad, Mauro Garza en Desarrollo Económico, Andrea Blanco en Desarrollo Social y Karina Hermosillo en Gestión del Territorio. Creo que están firmes en sus posiciones.

Es tiempo de ajustes. Y, como en el relato bíblico, también de definiciones. Lemus debe decidir cómo quiere ser recordado en Jalisco: si como un gestor eficiente o como un político atrapado que paga lealtades ajenas. Al final, entre brindis y balances, la pregunta flota en el aire: ¿acaso seré yo, maestro?

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jl/I

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