INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Extinciones masivas, ¿quién sigue?

Ya platicamos la semana pasada sobre algunas variaciones atmosféricas del planeta y las cuatro primeras extinciones masivas que se han dado en los últimos 500 millones de años, desde que las formas de vida se volvieron más complejas y se diversificaron. Ahora toca el turno de la quinta y más famosa extinción, la de los dinosaurios.

Para comprender ese enigmático suceso vale la pena contextualizarnos con lo que venía ocurriendo en la era Mesozoica: hace 251 millones de años comenzaba el periodo Triásico, para esas fechas la Tierra era ocupada por el supercontinente Pangea y de entre toda la diversidad animal de la época, apenas unas cuantas especies de pequeños dinosaurios poblaban los bosques.

Pasaron 50 millones de años más y llegó el bien conocido periodo Jurásico; para entonces, Pangea había desaparecido y en su lugar había ya no uno, sino dos grandes masas continentales: Laurasia en el norte y Gondwana en el sur. Esa dramática separación del suelo firme no ocurrió sin importantes terremotos y erupciones volcánicas, pero nada catastrófico hasta el momento.

El Jurásico fue el florecimiento de los dinosaurios tanto en Laurasia como en Gondwana, creció de manera notoria la variedad de especies, así como de otros grupos de reptiles voladores, marinos y terrestres, además en este periodo aparecieron los primeros ancestros de las aves modernas, derivadas de un grupo de dinosaurios carnívoros denominados terópodos. La biodiversidad de ejemplares gigantes estaba en un auge que parecía imparable.

Después llegó el periodo Cretácico que significó la dominancia de los dinosaurios depredadores y herbívoros sobre el suelo firme; además, ya para el final de ese lapso geológico los continentes se habían fragmentado y distribuido casi como los conocemos ahora; las aves seguían evolucionando, cohabitaban con pequeños mamíferos que se mantenían a raya por los dinosaurios en espesos bosques de coníferas, cícadas y ginkgos.

Pero todo lo que empieza acaba, o como decía el divulgador Carl Sagan, “la extinción es la regla, la supervivencia la excepción”, así que al final del Cretácico hace 65 millones de años una serie de eventos definieron el destino no solamente de los dinosaurios, sino de gran cantidad de grupos contemporáneos.

La hipótesis más aceptada y conocida al respecto corresponde a la caída de un gigantesco asteroide que impactó la Península de Yucatán, en lo que hoy es el cráter de Chicxulub, pero lo que causó la catástrofe fue que este meteorito atinó a caer justo en un depósito de azufre que, con tremendo impacto, causó una nube de gases tóxicos y partículas que envolvieron a buena parte de la atmósfera, obstruyendo el proceso de fotosíntesis con efectos devastadores en la cadena alimenticia de los ecosistemas. Las poblaciones de algunas plantas y animales más grandes comenzaron a desaparecer.

También hubo severos periodos de vulcanismo y terremotos que sacudieron a las zonas menos afectadas, así que la extinción fue el desenlace de 75 por ciento de la biodiversidad durante los 300 mil años siguientes.

Sí, fue dramática la quinta extinción, pero no acabó todo, el hueco que dejaron los dinosaurios y contemporáneos dejó nichos abiertos que ocuparon las aves, otros reptiles y muy en particular los mamíferos. Gracias a esas desapariciones los mamíferos evolucionaron en múltiples formas, desde un pequeño ratón hasta los acaparadores seres humanos, que conviven hoy día en el periodo Holoceno, o Antropoceno como algunos proponen.

¿Vivimos en la sexta extinción masiva? Todo apunta a que sí, pero, ¿cuál especie, eventualmente, se verá afectada con la pérdida de recursos naturales que esta hecatombe representa? Adivinaron: el Homo sapiens, que al igual que los dominantes dinosaurios puede tener sus años contados en lo que dure esta sexta extinción. ¿Quién debe ser entonces el principal interesado en conservar la biodiversidad que le da el soporte vital? He ahí la clave.

[email protected]

da/i