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Empatía y diversidad 

El 2020 está siendo un punto de inflexión de un proceso que lleva varios años fraguándose de hartazgo de grandes grupos de la humanidad respecto a un conjunto de sistemas sociales y económicos que les están fallando. 

En Estados Unidos el movimiento Black Lives Matter protestó como nunca este año tras el asesinato de un afroamericano, contra la discriminación y violencia racista con ecos alrededor del mundo. 

El Día de la Mujer, en marzo, millones de mujeres marcharon en todo el mundo para protestar contra la discriminación y la violencia de género. 

Apenas en noviembre en varios países latinoamericanos salieron multitudes a protestar contra la desigualdad económica tan característica de nuestra región. 

Hemos visto también múltiples formas de protesta de los jóvenes, tanto por el peligro que se pone a su futuro por el cambio climático, como es el caso del movimiento liderado por Greta Thunberg, como por el desastre presente que han dejado las crisis económicas. 

Simplificando en extremo: en muchos países hay una decepción profunda contra un sistema global en el que toman las decisiones grupos privilegiados que le está fallando al resto de la población que es discriminada o limitada de una u otra manera. 

Citando a una mujer afroamericana que salió en televisión a explicar las razones de su protesta en Estados Unidos: “El contrato social se rompió, y ya no estamos dispuestos a seguir poniendo nuestra parte en un sistema que privilegia a unos y a nosotros nos discrimina”. 

Reflexionando hace unas semanas en la segunda edición de Simulacro, un espacio creado por el Centro de Futuros del Tec de Monterrey para explorar tendencias, propuse que de este punto de inflexión que estamos viviendo, acelerado además por la crisis de la pandemia, pueden surgir escenarios en dos direcciones. 

En una están los escenarios de resistencia y confrontación, que pueden resultar en violencia y/o en retrocesos importantes de victorias ganadas en términos de igualdad, libertad, sostenibilidad y protecciones sociales. 

En otra están los escenarios de transformación acelerada, en donde vayamos viendo más diversidad en los liderazgos y se reparen los contratos sociales con nuevos modelos socioeconómicos.  

La realidad será moldeada por las fuerzas que tiran en ambas direcciones: por un lado, grupos en el poder que buscan confrontar, reprimir e imponer; por otro, grupos sociales y políticos que buscan sumar, liberar y proponer. 

Hace unos días un amigo me compartió una entrevista que le hace el diario argentino La Nación al neurólogo francés Boris Cyrulnik, famoso por acuñar el concepto de “resiliencia psíquica”, la capacidad de las personas para enfrentar la adversidad y superar traumas. En ella, habla de cómo en las crisis existe el peligro de que surjan “héroes” que prometen salvar a la gente de sus problemas señalando a supuestos culpables: los ricos, los inmigrantes, las personas de otras razas  

Cyrulnik dice también que para vivir juntos en paz se necesita empatía y para ello hay que viajar, leer e interactuar con otros. Quedarnos atados y limitados a nuestra propia comunidad y creencias es perverso y limitante porque sólo pensamos en nuestro propio mundo. 

Si en México queremos que predominen escenarios de reparación del contrato social sobre los de confrontación y violencia necesitamos más empatía en el discurso político y mayor diversidad de personas e ideas para crear un modelo postcapitalista que funcione. 

Como seguramente la empatía y la diversidad no vendrán del grupo en el poder, hay que construir nuevos grupos. Somos muchos los hartos de la confrontación. Es cuestión de juntarnos a sumar y proponer. 

Twitter: @ortegarance

jl/I