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Un México violento
Porque nos la quitaron
Investigar y criticar son los valores más vitales del periodismo.
Enrique Alfaro Ramírez y Andrés Manuel López Obrador son líderes poderosos. Sin duda. Tienen, el segundo mucho más que el primero, un respaldo popular sin parangón en la historia reciente.
Lo que ellos comentan se convierte en una orden entre sus fieles seguidores o empleados. No sólo las instrucciones, sus preferencias suelen interpretarse como dogmas.
El artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce que “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión, un derecho que incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
La semana pasada se publicó un desplegado firmado por decenas de intelectuales, académicos, artistas y periodistas aseverando que la libertad de expresión en nuestro país está bajo asedio. “El presidente López Obrador utiliza un discurso permanente de estigmatización y difamación contra los que él llama sus adversarios. Al hacerlo, agravia a la sociedad, degrada el lenguaje público y rebaja la tribuna presidencial de la que debería emanar un discurso tolerante”.
Señalan que el presidente “profiere juicios y propala falsedades que siembran odio y división en la sociedad mexicana”.
Tanto aquí en Jalisco como a nivel nacional, lo primero fue replantear la publicidad oficial a diversos medios tradicionales y plataformas digitales.
El Perich, humorista catalán, afirmó que “gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco”. El problema es que en México están pasando cosas.
El presidente habla de “conservadores” o “prensa fifí” a reporteros y medios impresos que han señalado falencias o han ejercido su derecho a criticar. Eso lo afirma, escudándose en un “diálogo circular”.
Lejos de aceptar o revisar algunos de los señalamientos, sus huestes (entre ellos López-Gatell o Jenaro Villamil, titular del Sistema Público de Radiodifusión) replican diciendo que la mayoría de esas críticas son parte de la infodemia o directamente noticias falsas elaboradas por “medios corporativos”.
Y luego han pasado a la acción. Hicieron pública la contratación en anteriores administraciones de publicidad en diversos medios. También han ventilado la adquisición de miles de ejemplares de Letras Libres o Nexos. Lo han señalado como si ambas acciones fueran síntomas de corrupción y compra de silencios. Es obvio que no.
El taller de comunicación política Spin, dirigido por Luis Estrada Straffon, lleva un seguimiento puntual a las mañaneras. Hasta el 15 de septiembre pasado iban 452 conferencias de prensa matutinas en 655 días de gobierno.
Los representantes de medios digitales son los que han dominado el foro. Las “benditas redes sociales” han tenido 42 por ciento de las preguntas que se le hacen al presidente: casi el doble de las veces que los reporteros de periódicos han hecho preguntas.
Esto puede carecer de importancia, pero suele responderles más a medios que le son “a modo”. Aplica el diálogo circular sólo con sus correligionarios.
Una prueba. Verificado es una organización periodística muy seria. Ellos analizaron las mañaneras del 31 de agosto al 4 de septiembre. Alrededor del segundo informe presidencial hizo 62 afirmaciones. 21 de ellas eran falsas o engañosas. ¡Sobre su propio informe de gobierno!
La del estribo se la cedemos a Suetonio, el historiador romano: “En un Estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres”.
Twitter: @cabanillas75
jl/I