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La indefinida oposición

La elección de 2018 transformó de manera contundente el espacio de la oferta electoral del país. La coalición Juntos Haremos Historia, que estuvo formada por el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES), arrasó de forma contundente la elección de ese año. El voto de castigo contra la estructura consolidada hacia tres partidos, PRI, PAN y PRD, fue contundente en la medida en que los tres temas con los que el entonces candidato, Andrés Manuel López Obrador, promovía su candidatura, se convirtieron en ejes importantes de juicio contra una oferta partidista que no mostró avances sustanciales en sus respectivos mandatos administrativos: corrupción, seguridad y economía. 

Los tres partidos, PRI, PAN y PRD, se convirtieron súbitamente en partidos de oposición carentes de propuestas o de fórmulas que pudiesen competir contra una musculosa y poderosa narrativa anticorrupción, antidesigualdad económica y antinseguridad. Se trató de un discurso emocional en el que se aglutinaron grandes sectores sociales con expectativas importantes en el cambio de rumbo, en la transformación que se ofrecía. 

El ensalzamiento narrativo no dejaba espacio para voces diferentes. La imaginación discursiva se veía tan avasalladoramente emergente que no había espacio para fórmulas diversas. La oposición partidista se vio encasillada en sus escasos pero representativos espacios de intervención en los Congresos y, en la dispersa y compleja geografía política de estados y municipios. 

El área de negociación se trasladó, en su esquema federal, a las cámaras de Diputados y de Senadores, y las controversias han tenido que ver con las múltiples iniciativas enviadas desde Palacio Nacional sobre temas muy diversos. Los estados y las regiones presentaron fórmulas de acción diferentes y de ritmos distintos. La resonancia de Palacio Nacional poco espacio daba para mostrar realidades alternativas que existen en el panorama nacional. 

Octavio Rodríguez Araujo dice que “oposición significa inconformidad activa; porque la inconformidad pasiva no genera oposición, aunque está presente en potencia”. Los partidos políticos dejaron espacio a la sociedad civil, que de manera progresiva comenzó a inconformarse, a través de diferentes zonas de expresión, ante la falta de concreción de las políticas públicas generadas para abatir problemáticas. Entre los efectos de la pandemia del Covid-19 y de una errática intervención del Estado, gobernadores de diferentes partes del país se inconformaron con los lineamientos institucionales de abordaje en materia de salud y de economía. 

En las elecciones que se realizaron el fin de semana pasado en Hidalgo y Coahuila, en Hidalgo se renovarán 84 ayuntamientos, en tanto que en Coahuila se votó por 16 diputaciones de mayoría relativa, así como por nueve diputaciones de representación proporcional, en donde el PRI encabezaba las tendencias de votación. 

Poco a poco se integran en la dimensión del espacio público, análisis y expresiones que analizan y proponen aspectos diferentes de la narrativa presidencial, contrastando el discurso con una realidad en la que no son evidentes los progresos señalados. Es más fácil desmenuzar el pasado que atender el ominoso presente. 

La presencia de elementos de contrapeso gubernamental constituye un factor importante en el delineamiento más plural y de mayor intervención de diversos actores en la toma de decisiones. La relevancia de entender contrapesos y gestión democrática es un buen punto para enfrentar los tres grandes problemas que persisten en la realidad nacional: salud, economía y seguridad. El reto es para la oposición, y la gran pregunta es, ¿si existe, en dónde está? 

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