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Ni pies ni cabeza

Leticia Ramírez Amaya, amiga desde hace tres décadas del presidente Andrés Manuel López Obrador, maestra por 12 años y líder sindical, hoy titular de la Secretaría de Educación Pública en sustitución de Delfina Gómez, no sabe aún cómo aprenderán nuestros niños y jóvenes.

El plan piloto de la reforma educativa en las escuelas es un enigma y su puesta en marcha, otro misterio. Ocurrencia y demagogia aquello de inclusivo, multicultural, equitativo, comunitario, libertad de enseñanza, adiós calificaciones, articulaciones con lo diverso, fases educativas, campos formativos, dicen los opositores y los críticos. Lo cierto es que ni la propia titular sabe cómo aprenderán matemáticas los niños en México, y lo declaró titubeante y nerviosa en una entrevista por televisión nacional: “No podría contestar eso”.

Los discursos siguen siendo una campaña electoral dirigida al pueblo, a las personas más vulnerables, a los indígenas, afromexicanos, jornaleros, migrantes, personas con discapacidad vendiendo el tema de inclusividad y diversidad con palabras como revalorización, significación y otras.

Si de verdad, de acuerdo con las intenciones mencionadas, quieren que los saberes de niños y jóvenes sean útiles en la vida cotidiana y en el futuro inmediato deberían hacer lo que todo educador formal sabe: contratar miles de maestros bilingües o al menos implementar un plan para, por medio de plataformas interactivas, enseñar inglés a nuestros estudiantes y certificándolos para poder laborar.

Debería haber laboratorios polifuncionales desde la primaria, donde descubran a partir de experimentos la vocación científica; lo mismo en talleres de tecnología, donde a través de la robótica y el diseño digital tuviésemos generaciones de makers y programadores creativos e innovadores. Incluso el metaverso es una opción económica que debiera considerarse.

Tendríamos comedores para alimentarlos sanamente; enseñarles buenos hábitos alimenticios y de higiene. Deberíamos formarlos en un ambiente de consideración hacia la naturaleza, con prácticas de sustentabilidad y deporte diario para promover su salud. Debería ya formarse el espíritu de nuestros menores en la transformación de sus sentimientos y emociones para tener buenas costumbres, vivir los principios humanitarios en ambientes multiculturales de respeto a la diversidad.

La educación financiera y emprendedora debería ser un pilar en un mundo donde el autoempleo será primordial. El cuestionamiento está en el aire: ¿dónde están planes y programas, amplios horarios de clases para lograrlo, libros, plataformas, equipamiento, mediciones, certificadoras de logros y avances, y presupuestos?

Dichas preguntas tampoco las “podrían contestar”. La educación es un asunto serio, complejo y de vital importancia para el presente de cualquier nación en la era del conocimiento y aquí no se le ve ni pies ni cabeza, y lo vamos a lamentar cuando nuestros niños y jóvenes hoy becados por programas asistenciales estén incapacitados para enfrentar un mundo cada vez más competitivo globalmente.

 

jl/I