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Después de la elección, a recuperar legitimidad

Esta semana comenzó dentro del marco de un escenario internacional sumamente complejo en el que, la geopolítica adquiere un nivel de beligerancia, por lo menos en el tono de las relaciones entre los países involucrados, de alta tensión. Los ojos del mundo están dirigidos a las informaciones relacionadas con esa trama. Sin embargo, los procesos legislativos y la vida cotidiana de la política mexicana siguen su marcha y, un tema que surge de la reciente elección del Poder Judicial, al margen de todas las irregularidades en las que se desarrolló todo el proceso electoral, es el Instituto Nacional Electoral (INE).

El INE, continuación del primer órgano autónomo que se encargó de procesar los comicios ciudadanizados electorales a partir de una perspectiva ciudadana. Los gobiernos, encargados antes de 1990 de organizar las elecciones, quedaron al margen del desarrollo de la elección, siendo el IFE, la primer estructura autónoma y ciudadana, la organización encargada de procesar las elecciones. En 1996, se dan las bases para una ciudadanización completa del Instituto y, a partir de ese año, se constituye una de las estructuras profesionales y ciudadanas, encargadas de organizar los procesos electorales que tuvieron, en la época gubernamental, la elección de 1988 como la elección que agotó el sistema regulado por el gobierno. No hay que olvidar que, en esa época, el gobierno era el PRI que, desde 1929 había estado en funciones sin ningún asomo de alternancia.

Justamente, las alternancias en el poder, federal y estatal tuvieron épocas importantes de presencia de las diferentes ofertas políticas que, durante los periodos en que les tocó estar al frente del gobierno, dejaron ante los ciudadanos, los signos inequívocos del contenido del funcionamiento de sus proyectos de país. Los periodos de cambio se lograron mediante procesos electorales confiables. La profesionalización del IFE, ahora INE, contribuyó en un elemento trascendental, la certidumbre de que los procesos se habían desarrollado con una manera técnica confiable. Las intervenciones de las fuerzas políticas se generaban fuera del Instituto y lo asediaban, pero no había posiciones internas que tuviesen ligas evidentes o constatables de intervención.

Se establecieron procesos técnicos de alta organización que mostraron con el tiempo, eficiencia organizacional. Por otra parte, la autonomía constitucional legitimaba el funcionamiento ciudadano del INE. De igual forma, fue importante el manejo presupuestal, acorde al reto de generar los procesos electorales. Se estableció una independencia respecto de los partidos en el gobierno y de los partidos en general, haciendo escuchar sus opiniones, pero sin intervenir en los procesos internos de organización.

Durante 35 años, el modelo del INE supuso un trabajo, no sin presiones, pero alejado de las decisiones de poder y, sus recomendaciones y amonestaciones, tenían efecto ante muchas de las irregularidades que se desataban en los comicios.

Finalmente, ante la pasada elección y con todos los elementos que no contuvo, o no quiso contener el INE y, con alianzas muy papables de simpatías con el gobierno en turno, el INE tiene el reto de reconstruir la estructura y modelo de operación y funcionamiento, sustentado, fundamentalmente en la autonomía para reestablecer la certidumbre en los procesos.

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