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Bennu, el enigma del momento

(Foto: Especial)

El pasado 6 de enero, la sonda OSIRIS-REx de la NASA detectó una anomalía nunca vista antes. Bennu, el diminuto asteroide que lleva estudiando desde diciembre, escupió una pequeña nube de polvo. Desde entonces ya lo ha hecho otras 11 veces, y los astrónomos no saben por qué.

El hecho de un asteroide con pequeños géiseres de polvo no parece especialmente relevante, pero es un acontecimiento histórico para los astrónomos y obliga a revisar todo lo que sabemos sobre estos objetos. “El descubrimiento de penachos de polvo es una de las mayores sorpresas que me he llevado en toda mi carrera científica”, explica en un post de la NASA el investigador Dante Lauretta, de la Universidad de Arizona.

Cuando detectaron el primer chorro de partículas, los científicos de la NASA comprobaron si el fenómeno podía suponer algún problema para la integridad OSIRIS-REx y acercaron la sonda para examinar a Bennu con más atención. Desde entonces han detectado 11 de estos penachos que surgen a un ritmo de unas dos veces por semana. Queda bastante claro que hay algo activo en el interior de Bennu. La cuestión es ¿el qué?

Normalmente, las eyecciones de polvo en el espacio se deben a la sublimación de depósitos de hielo en el subsuelo. Al evaporarse, el hielo crea una cavidad que se colapsa y eleva una pequeña nube de polvo y partículas. Ese fenómeno es lo que vimos durante la misión Rosetta sobre la superficie de 67P/Churyumov-Gerasimenko a medida que se acercaba al Sol. Sin embargo, 67P es un cometa y los cometas son ricos en hielo. Que sepamos, los asteroides no tienen hielo. No es del todo imposible que Bennu tenga algo de hielo en su interior, pero desde luego es algo que quedó atrapado ahí durante su formación, no después.

Nuevo problema en la superficie

El asteroide está formado por condritas carbónicas, un tipo de roca que conocemos precisamente de los meteoritos que han caído sobre la Tierra y en cuya formación hay evidencias de interacción con agua. En otras palabras, que quizá las rocas que forman Bennu sean lo bastante ricas en hidratos activos como para explicar los penachos. Un análisis de los minerales que forman estas rocas aclararía mucho las cosas, y esa es precisamente la siguiente fase de la misión OSIRIS-REx: recoger una muestra de la superficie del asteroide.

Pero hay un nuevo problema. La NASA diseñó el instrumento para tomar muestras de la sonda pensando que la superficie del asteroide iba a tener zonas relativamente lisas con arena y polvo. El instrumento es, por describirlo de alguna manera, como una aspiradora en el extremo de un largo brazo telescópico. La idea es que OSIRIS-REx despliegue esta aspiradora y se pose en Bennu el tiempo suficiente como para llenar dos depósitos con muestras.

En lugar de una superficie arenosa, la NASA ha descubierto que la superficie tiene un aspecto muy diferente. Todo el asteroide está recubierto de rocas sueltas de gran tamaño que dificultan enormemente a la sonda el tomar una muestra sin dañar el instrumento o peor, sin quedar atrapada si alguna de las rocas se mueve en el proceso.

La NASA había previsto la existencia de una zona segura de unos 25 metros de diámetro sobre la que posarse. Cuando comprobaron el auténtico aspecto de la superficie de Bennu, los técnicos de la agencia descubrieron que no hay una zona segura de ese tamaño. Desde entonces llevan buscando desesperadamente una región arenosa más pequeña.

“Volvemos al punto de partida y empezamos a pensar de nuevo”, dijo Dante Lauretta, jefe de la misión . Todavía no hay un candidato firme, y todo indica que la misión de toma de muestras va a convertirse en toda una proeza de puntería. Si logra su objetivo, OSIRIS-REx volverá a la Tierra con una muestra de asteroide en 2023.

La misión

El asteroide, que orbita alrededor del Sol está a 85 millones de kilómetros de la Tierra. El objetivo es tocar la superficie durante cinco segundos en julio de 2020 con un brazo articulado para recoger entre 60 gramos y 2 kg de regolito, es decir, grava y polvo (la máquina sólo puede aspirar partículas de menos de dos centímetros).

Las muestras se almacenarán en la sonda OSIRIS-REx, que regresará a la Tierra en 2023.

Bennu, que tiene unos 500 metros de ancho, órbita al Sol a aproximadamente la misma distancia que nuestro planeta. Es un asteroide llamado pila de escombros, lo que significa que está formado por piezas que se han separado de un cuerpo más grande y luego se aglomeran por los efectos de la gravedad.

Tiene más de 200 rocas de más de 10 metros de diámetro e incluso algunas de más de 30 metros, describieron los investigadores de Nature Astronomy. Muchos cráteres tienen entre 10 y 150 metros.

“No es nada trivial ubicar una sonda espacial con una precisión de alrededor de un metro sobre la superficie de un asteroide en microgravedad”, dijo Dante Lauretta, jefe de la misión, que añadió que está seguro de que el equipo estará a la altura del desafío. Redacción

“Volvemos al punto de partida y empezamos a pensar de nuevo”
Dante Lauretta, jefe de la misión