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Un México violento
Porque nos la quitaron
No fue casual que en su primer spot en la pasada contienda electoral, Andrés Manuel López Obrador convocara a los electores a votar por los candidatos de Morena a las cámaras de Diputados y de Senadores. Desde entonces tenía claro que para alcanzar su objetivo de la cuarta transformación (4T) era un requisito indispensable contar con la mayoría en ambas cámaras. Si bien, luego de las votaciones del 1 de julio no se alcanzó la mayoría calificada (75 por ciento) en ninguna de ellas, obtuvo un amplio margen de maniobra para impulsar y conseguir la ratificación de aquellas leyes que consideraba indispensables para la implementación de su proyecto de nación.
Para ello contó con un instituto político creado en el contexto de las elecciones presidenciales de 2011 y que surgió como un movimiento de carácter electoral, pero que portaba en sus entrañas el germen de un futuro partido político, que sería registrado en agosto de 2014 como Movimiento Regeneración Nacional. Para el año siguiente obtuvo 8 por ciento de la votación y con 35 diputados federales se convirtió en la cuarta fuerza política a nivel nacional. Era presidido por López Obrador, que dejó el cargo al ser designado como su candidato presidencial en las elecciones de 2018. La simbiosis establecida entre partido y candidato resultó exitosa y Andrés Manuel llegó a la Presidencia al mismo tiempo que Morena se convertía en la primera fuerza política.
No se equivocan quienes aseguran que el meteórico ascenso del partido se debe al innegable carisma y tremendo arrastre electoral de su fundador, cuyo liderazgo roza los linderos del caudillo. Tampoco se equivocan quienes señalan que el grueso de los que arribaron al Poder Legislativo lo hicieron más como producto del tsunami lopezobradorista, que con base en sus méritos personales. Ellos lo saben y lo asumen como un factor determinante en su disciplina partidista. Ha sido esta sinergia entre el presidente y los legisladores de su partido lo que le ha permitido anotarse algunas victorias legales como la creación de la Guardia Nacional.
Sin embargo, en contraste con la fortaleza que representa el apoyo de sus legisladores, la deficiente consolidación de la organización partidaria amenaza convertirse en algo más que un dolor de cabeza; en un lastre que pone en riesgo la viabilidad de la 4T. Porque resulta incuestionable que además del masivo apoyo popular, el proyecto de gobierno precisa de un instrumento partidario, no sólo con presencia nacional, sino constituido por una sólida estructura organizativa, plataforma ideológica y observancia de la normatividad interna. Por eso los acontecimientos bochornosos, por calificarlos de manera amable, sucedidos el sábado, en la elección de representantes distritales, en el marco de la contienda por la presidencia de Morena, debieron haber encendido las luces de alarma en Palacio Nacional.
De acuerdo con informaciones periodísticas se registraron hechos de violencia en Ahome, Sinaloa; en Ciudad Juárez, Chihuahua, y en los distritos de Guaymas, Cajeme y Navojoa, en Sonora. Sin embargo, fue en Jalisco donde estos hechos registraron mayor gravedad. El partido denunció el robo de equipo de cómputo, de urnas y boletas en los distritos 2, 3, 5, 7, 9, 10, 16 y 17. Así como la agresión armada en el distrito 8 de Jalisco que arrojó el saldo de cuatro personas lesionadas. Además de ser una pésima carta de presentación, los sucesos exhiben la extrema debilidad institucional y la persistencia las luchas intestinas, característica de los viejos partidos, en la conformación de Morena como instituto político.
Sin el apoyo de una militancia integrada en un instituto político y cohesionada por un espíritu colectivo de transformación social, el propósito de provocar un cambio de régimen político y social en nuestro país, seguirá el camino de las “buenas intenciones”.
Exabrupto. Lo de Bonilla es otro dislate monumental. Punto.
@fracegon
JJ/I