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México-EU, una relación conveniente

Apenas iniciado julio quedó firmado el nuevo Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, y para amarrar el trato, el 8 de julio López Obrador hizo una visita a Donald Trump, acompañado de secretarios fundamentalmente del área económica, relaciones exteriores y de empresarios de importantes firmas. 

Los buenos oficios de Marcelo Ebrard han contribuido para aceitar la relación bilateral y preparar el terreno de modo que el tratado, la visita y los acuerdos, negocios e inversiones que de ahí deriven vayan cobrando forma. 

Para México, el TMEC es una buena oportunidad para atraer inversiones, con lo que se alienta la confianza en los inversionistas locales y extranjeros, pero sobre todo los norteamericanos. Abre la posibilidad de articular sectores productivos que están fuertemente encadenados, como la producción de autopartes y armado de vehículos; las manufacturas y la relación entre productores agropecuarios de ambos lados de la frontera, hasta hoy incipiente y bastante irregular. Sin embargo, en este intercambio México no puede seguir en el papel de subordinado, ofreciendo insumos o permitiendo inversiones que aprovechan nuestro bajo costo en mano de obra y fomentan muy poco o nada la transferencia tecnológica en beneficio de nuestro país. Avanzar en este sentido implicaría el desarrollo de una verdadera política industrial, para lo que se necesita también incrementar el gasto público en sectores estratégicos a fin de dinamizar otras áreas productivas y alentar la inversión privada. 

En el horizonte está el reto de mejorar las condiciones laborales y de salario para los trabajadores mexicanos. Hoy, las diferencias en las condiciones de trabajo e ingresos de los trabajadores de los tres países son muy grandes con clara desventaja para los mexicanos. Mejorarlas implicaría la especialización y traería como consecuencia incrementar nuestra capacidad de consumo y mayor dinamismo en la economía local. 

La reunión entre López Obrador y Donald Trump ocurrió bajo un tono de respeto entre los mandatarios y lo que representan. Trump elogió la aportación de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos; por su parte, López Obrador destacó una relación histórica de cooperación entre los presidentes de ambas naciones, en contextos de grandes dificultades, que derivaron en ventajas para unos y otros. La reunión dejo muy en claro la intención de actualizar y refrendar la buena relación, así como propiciar las condiciones para que América del Norte sea una región que pese mucho más en el comercio mundial y cobre mayor influencia en el concierto político internacional. 

Es imposible negar que la visita tuvo fuertes implicaciones políticas para todos los actores comprometidos. Para Trump, la reunión representa una clara ventaja para sus aspiraciones para la reelección. Los demócratas también aprovecharon para criticar al presidente republicano y para dejar en claro que, de ganar el próximo gobierno, el gobierno mexicano se verá obligado a trabajar una nueva y conveniente relación con ellos. 

No hay duda, el TMEC –con sus avances y grandes retos a sortear– ha tomado ya cauces institucionales y depende menos de la buena o mala disposición de los gobiernos, de los países implicados o de las coyunturas. 

López Obrador tendrá que asumir un rol muy institucional frente a las oportunidades económicas y políticas de la cooperación que deriven del acuerdo entre ambos países, tratando de incluir a Canadá. Los beneficios para nuestro país dependerán en buena parte de que hoy se pongan sólidos cimientos en el TMEC. 

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jl/I