INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Espacios para pertenecer

Ante la lejana posibilidad de volver a clases urge que nuestros hijos y alumnos convivan en microcomunidades que los ayuden a socializar. El ser humano tiene la fantástica capacidad de adaptación al medio, a la organización social. Niños y jóvenes ya se acomodaron en la virtualidad. Lo mismo pasa con el magisterio, en especial aquellos maestros que no están sufriendo una disminución salarial o la pérdida del empleo. Ni ellos quieren regresar, pues han encontrado un abrigo sindical que les permite “trabajar desde casa o no” percibiendo su mismo ingreso, mientras los alumnos se empiezan a adaptar al aislamiento. 

El éxito de Facebook es precisamente que ha logrado crear comunidades virtuales enormes, lo mismo pasa con los videojuegos. Estamos en la era de las enormes comunidades instantáneas, pero la solitaria desintegración humana. Disfrutamos más una selfi del plato de comida en el restaurante para compartirlo con nuestros seguidores en Instagram que degustar propiamente la comida con nuestra pareja frente a una vela y una música de fondo. 

El mundo está logrando la mayor conectividad en la enorme soledad existencial. La tierra durante años hizo un esfuerzo enorme por fusionarse y crear comunidad; hace poco éramos en el mundo millones de tribus y hoy somos únicamente 200 países en cinco continentes. México es la unión de muchos imperios. Los alemanes eran sajones, prusianos, bávaros; los franceses: francos, bretones y normandos; los británicos son ingleses, escoceses e irlandeses. 

Incluso muchos países independientes hoy son el resultado de la mezcla de diferentes países, como Cuba, que se formó por inmigrantes africanos, norteamericanos, españoles y muchos otros europeos. La misma España, sin tener que pedir que se disculpen, lleva sangre de romanos y árabes. Socializar y crear comunidad es parte de nuestro ADN. 

El principal síntoma de alguien que se deprime es el aislamiento con trágicas consecuencias. Ante la actual pandemia es urgente que nuestros niños sigan conviviendo con los de su edad y no sólo con los hermanos y padres. Es responsabilidad de la escuela, del maestro provocar microcomunidades donde los niños sigan aprendiendo, festejando el Día de Muertos, la Navidad, concursos y festivales, todo bajo medidas de seguridad… Eventos en grupos pequeños para que tengan el sentido de pertenencia y sean felices. 

Un niño tiene por derecho ser feliz, y los maestros y padres, la obligación de facilitar esa felicidad a través de su tribu, su clan, su pandilla, sus amigos, mediante una microcomunidad provocada con un fin formativo. 

jl/I