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Cuatro consejeros, prueba del INE en su renovación

Febrero tendrá elementos interesantes e importantes en la perspectiva de representación y de organización, como lo es la renovación de cuatro consejeros en marzo, de los 11 que constituyen la mesa directiva del Instituto Nacional Electoral (INE). La dimensión que adquiere este aspecto remite a una reflexión de la historia de los dos organismos que, al término de los años 80, se erigieron como elementos de representación ciudadana, con autonomía respecto de los órganos de gobierno y que se definieron como espacios que lograron estatuirse como contrapesos ciudadanos de gobierno y sin participación partidista. 

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y el Instituto Federal Electoral, así denominado en los días de su surgimiento, hoy INE, requirieron algunos años más para la consolidación de sus estatutos orgánicos, como instancias con autonomía, pero de representación ciudadana, sin que hubiese una mediación partidista en su organización. Los asedios partidistas no dejaron de ser un aspecto con el que se desarrollaron y crecieron. De esta forma, órganos ciudadanos tuvieron y han tenido una presencia importante en la definición de líneas de representación social, con una dimensión de contrapesos ciudadanos en el desarrollo de gobierno. 

La segunda mitad de los años 90 constituyó el momento en que se consolidan ambos organismos, con derechos autónomos y con una función social ciudadana. Derechos humanos y procesos electorales han constituido dos espacios de representación ciudadana que han establecido, no sin momentos críticos, equilibrios en la función de gobierno y que han logrado al margen de los partidos y de las instancias de gobierno, colocar los espacios de representación ciudadana en una dimensión de equilibrios de poder. 

La renovación éste y el próximo año de consejeros del INE constituye un reto de gran importancia en la medida en que, en la cámara federal de Diputados, deberán presentarse las candidaturas ciudadanas de los aspirantes a integrarse en la dirección del INE. El polémico cambio en la CNDH nombrando a una militante de Morena como presidente establece un sesgo partidista bastante preocupante en el funcionamiento de ese organismo que deja de tener una dimensión ciudadana de contrapeso y se transforma en un órgano operador de gobierno, con lo que la dimensión ciudadana pierde un espacio de presencia en las decisiones gubernamentales. 

La tentación de colocar espacios leales al partido en el gobierno, debido a la aplastante mayoría que han logrado definir, justamente, en la Cámara de Diputados, plantea interrogantes serias respecto a la posibilidad de perder la autonomía ciudadana en el órgano electoral. 

La presencia de una sola voz, aun con la mayoría obtenida en las urnas en julio de 2018, no oculta el hecho de que existen espacios y opiniones que deben estar presentes en las decisiones de gobierno, que no forman parte de esa mayoría. La oposición constituye una forma de modulación de las decisiones de gobierno en que, si bien la mayoría define los trazos generales de las rutas de decisión política, las minorías, como lo fueron el PRD y Morena en su momento, modularon las decisiones de gobierno, estableciendo negociaciones importantes con todas las voces participantes en las empresas de gobierno. 

La mayoría parlamentaria que establece posiciones unilaterales sin espacio para opiniones diferentes, como lo fue la tajante negativa para expresarse para el diputado morenista Porfirio Muñoz Ledo, analizando el papel de la CNDH, dejan preguntas profundas en lo relacionado con la mesa directiva del INE que, en febrero, requerirá una profunda observación ciudadana en la presentación de las candidaturas de esos cuatro consejeros, buscando mantener los equilibrios de poder en este importante órgano ciudadano. 

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