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La burocracia neoliberal

Paco Ignacio Taibo II, amo y señor del Fondo de Cultura Económica, que es todavía una de las editoriales más importantes del mundo de habla española, descargó hace un tiempo toda su ira en contra de la pesada burocracia que padecemos.

Surgieron de ella comentarios de que exageraba cuando decía que era uno de los peores enemigos de la 4T. Creo que no le falta razón. Gran parte de dicho contingente proviene de familias muy bien acomodadas que enchufaron en la burocracia vástagos que no la hacían en la libre empresa y, para darles mayor satisfacción, desde Fox hasta Peña Nieto, se fueron creando comisiones, institutos, direcciones y demás, con pingües salarios, sobre los temas más diversos y en muchos casos inútiles.

Pero, eso sí, a todas se les daba el modo de agarrar el mango del sartén e imponer condiciones. La barredora presidencial, que tantas alharacas despertó en muchos casos, resultó de sobra justificada. Los hubo que debieron ser corregidos, es cierto, pero también lo es que en muchos sentidos se quedó corta.

Cada quien puede hablar de la feria según le va en ella. Taibo aludió a las trabas que la burocracia le impone a su trabajo y yo, en la infinita modestia de mi situación, puedo hacer lo propio con el mío…

Adquirí plenos derechos en el Sistema Nacional de Investigadores cuando abandoné mi cargo en la Secretaría de Relaciones Exteriores y regresé a Jalisco para continuar mi carrera de historiador. He de presumir que participé en el cónclave que secundaba a Jesús Reyes Heroles en el gobierno del Instituto Mora, cuando lo dirigía con mano maestra la doctora Eugenia Meyer. De él salió la idea de crear el SNI para favorecer a los investigadores que sí investigaban… vale la pena recordar que en este conglomerado hay también muchos aviadores. “Haiga sido como haiga sido” he acumulado más de 30 años de antigüedad en el gremio, durante los cuales no he dejado de trabajar, ni siquiera cuando ocupé un cargo de elección popular y estuve fuera de la nómina académica durante tres años.

Por angas o por mangas, pronto alcancé el nivel III y muchos años después me fue concedido el emeritazgo. Quiero decir con ello que he vivido el proceso de burocratización del Conacyt y del propio Sistema Nacional de Investigadores y, claro, en un par de ocasiones he sido víctima o de la torpeza o de la arbitrariedad de los burócratas que ahí han proliferado.

En dos ocasiones he tenido que viajar hasta la Ciudad de México para “deshacer el entuerto” que ellos provocaron. Ni el teléfono ni el correo electrónico funcionan en estos casos…

Pero quienes lo han padecido más han sido los becarios que patrocina el Conacyt para “ayudar” a los investigadores rucos y, también, enriquecerse ellos con el aprendizaje. Varios han llegado ya incluso a ser ellos mismos investigadores de diferentes niveles del cacareado SNI. Cada rato, inopinadamente dejan de recibir su estipendio y, con frecuencia es imposible recuperarlo.

Recuerdo que el tema de los auxiliares funcionó perfectamente cuando era una secretaria quien se hacía cargo. Un día la puerca torció el rabo y se creó toda una subdirección para el caso. Entre todos los miembros de ella lograron poner las fallas a la orden del día y, para arreglarlas, desde la más recóndita provincia hay que trasladarse a la capital.

Vale reconocer, eso sí, que hay varios funcionarios nuevos cuya actitud y vocación de servicio contrasta con los “experimentados”.

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jl/I