INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Tender redes

En medio de todo el desastre y desconcierto que ha traído la pandemia de coronavirus, hay pequeñas luces de esperanza en el entorno. Son acciones que la gente, desde lo individual o en grupo, hace con la intención de ayudarse a sí misma o a los demás. 

Y en ello, las redes sociales han resultado grandes aliadas. Lo mismo en Facebook, que grupos de WhatsApp de vecinos y hasta Twitter se manifiestan montones de actos de solidaridad que permiten que todas aquellas personas que necesitan apoyo hagan eco hasta llegar a quienes pueden ayudarlas. 

En este último mes y medio, en diferentes lugares de la ciudad, sea por organización de los propios vecinos o acompañados de asociaciones civiles de buen alcance, se han hecho esfuerzos para ayudar a otros. 

Por ejemplo, un grupo de habitantes de Santa Tere, este tradicional barrio de Guadalajara, decidió poner afuera del templo, hace unas semanas, una mesa para recolectar productos de diverso tipo. Quienes los necesitaran sólo debían acercarse y tomarlos. A su vez, los vecinos invitaban a otros, si tenían posibilidades, a llevar comida no perecedera, todo ello en una pequeña mesa llena de empatía y cariño por el prójimo. 

Quienes también hicieron este ejercicio fueron vecinos de Colinas de la Normal. Afuera de una panadería, a unos pasos del Templo de San Judas Tadeo, pusieron un par de mesas hasta las que llegaron comida, bebida, productos de limpieza e incluso medicamentos no controlados, como ibuprofeno y paracetamol. Sin embargo, en este caso los organizadores se dieron cuenta de que la gente de la colonia, en general, no necesitaba la ayuda, por lo que decidieron reenfocar su cometido: con lo recolectado comenzaron a armar despensas y las hacen llegar a otras zonas de la ciudad, a aquellos que pasan por momentos complicados. 

Otras muchas personas se han quedado sin empleo o han visto mermados sus ingresos debido a que la cantidad de trabajo disminuyó, derivado del cierre de negocios, pero han buscado las formas de poner manos a la obra y hacer llegar sus productos o servicios utilizando las redes sociales. 

En los grupos en los que participo no es raro ver, en particular, venta de alimentos. Pasteles, helados, tacos, fruta, carne, de todo a domicilio, sean de empresas formales que debieron modificar sus formas de trabajo o de incipientes emprendedores que, obligados por las circunstancias, han buscado la manera de tener dinero para sostener a sus familias. 

Como ejemplo, hace un par de semanas, una chica estudiante perdió su trabajo de medio tiempo y, para colmo, no podría regresar al lugar de donde es originaria, además de que debía pagar la cuota de su escuela; así, se puso a hacer postres helados, con reparto sin costo (y a pie, bajo el sol tapatío) en la colonia. Me entusiasmó su historia y su empeño, así que compramos una decena de postres que terminaron (la mayoría) en casa de mis sobrinos. 

Choferes ejecutivos que, a falta de clientes diarios, ofrecen hacer viajes programados, pero también mandados y entregas especiales, y hay hasta quienes se acomodan para ir al supermercado a hacer las compras del cliente en cuestión. 

A veces podemos sentir que la realidad nos avasalla y agobia, pero estas muestras de tesón dan cuenta de personas que buscan salir adelante con sus medios y en sus circunstancias particulares. 

Y en esta casa decidimos, siempre que se pueda, optar por el consumo de barrio. No se trata de cómo funciona la economía, sino que, de alguna forma, resulta grato saber que lo que compramos y consumimos ayuda a nuestros propios vecinos, esa gente que, tal vez en otra vida, la anterior normalidad, jamás habríamos conocido. 

Y cada vez que eso pasa, veo en sus caras un gesto de esperanza. 

Un triunfo. 

Twitter: @perlavelasco

jl/I