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¿Decisiones difíciles? No, nefastas

Consecuente a su astucia, que no inteligencia, política y aprovechando el protagonismo mediático que desde el atril de “las mañaneras”, el presidente López Obrador se ha obstinado no sólo en rescatarlo del olvido público, sino en convertirlo en su némesis político, Felipe Calderón pone en circulación su libro Decisiones difíciles, en el que da cuenta de su paso por Los Pinos. Dada su propensión al fraude, no resulta extraño que, sin el menor recato, haya plagiado el título –Hard Choices– con el que Hillary Clinton bautizó sus memorias políticas.  

“Gobernar es decidir. No es ni remotamente algo simple”, escribe al inicio de su texto, y debe saberlo muy bien, ya que por experiencia propia padeció las monumentales limitaciones de quien ocupa la silla presidencial en un entorno plagado de condiciones adversas. Profundamente cuestionado en su legitimidad tras un largo y azaroso conflicto poselectoral, sin mayoría en los congresos legislativos, se vio obligado a establecer alianzas con diversos poderes fácticos, como el sindicato magisterial, las cúpulas empresariales y fundamentalmente, con las empresas mediáticas, especialmente Televisa, para garantizar un mínimo de estabilidad. Rehén de un poder legislativo que lo mantuvo acotado a lo largo del sexenio, difícilmente podría presumir que gobernó. A lo sumo, sus funciones se restringieron a habitar la residencia presidencial de Los Pinos y a desempeñar las actividades que el protocolo establece para la Presidencia de la República. 

En su texto, Calderón hace gala de una memoria extraordinariamente selectiva. No sólo en los asuntos que decide incorporar, sino particularmente en la manera en que los aborda. Difícilmente se encontrará alguna alusión sobre aquellos temas que fueron polémicos durante su periodo, empañados por escándalos de corrupción. Nada sobre la refinería de Tula, la Estela de Luz, unas líneas sobre la malhadada operación Rápido y Furioso, nada sobre las relaciones de su encargado de la seguridad nacional con el crimen organizado. En contraparte, el autor dedica el mayor espacio para explayarse sobre dos temas en particular: las elecciones presidenciales de 2006 y el combate a la inseguridad. 

Aunque en su narrativa aborda estos temas con ribetes épicos, en la realidad sus consecuencias han resultado funestas para el país. En el primer caso, la polarización política y el clima de virtual guerra civil que se experimenta en las redes sociales, tiene sus orígenes en la campaña del miedo y del odio que el “cuarto de guerra” del candidato panista instrumentó en su confrontación con López Obrador. La franca tolerancia del IFE y la cuestionable imparcialidad de la resolución del TEPJF, contribuyeron a que millones de mexicanos adjudicaran a su gobierno el calificativo de espurio.  

Pero más funesta y trágica resultó su declaración de “guerra contra el narcotráfico”, que con la complacencia –¿complicidad?– de las cámaras legislativas generó una espiral de violencia, que actualmente permanece. Su extrema torpeza no sólo ensangrentó al país, sino que fortaleció las estructuras del crimen organizado.  

Ninguna autocrítica se asoma en el texto por el incremento exponencial de homicidios dolosos ocurridos en su sexenio. 

Con la publicación del libro, Calderón vuelve a la palestra de la contienda política, investido como el principal opositor del actual residente de Palacio Nacional. Habiendo ajustado cuentas con sus antiguos correligionarios, a la cabeza de una emergente fuerza que pretende aglutinar al grueso de la derecha, viene con ánimo de revancha para volver a figurar en el espacio político y participar del presupuesto público, enarbolando su consigna del “haiga sido como haiga sido”. 

Twitter: @fracegon 

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