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Sana distancia, familia y pandemia

Uno de los graves inconvenientes que va de la mano con el imparable ritmo de contagios de Covid-19 ha sido la desobediencia de muchas personas ante el ya trillado discurso “quédate en casa”.  

En los medios son diversas las imágenes, videos y quejas hasta de nuestros gobernantes en las que se evidencia incluso con adjetivos peyorativos a la gente que no respeta las indicaciones de usar cubrebocas, no salir de casa salvo por una verdadera necesidad o actividad esencial y evitar reuniones o festejos.  

Las incógnitas son: ¿Por qué muchas personas no obedecemos? ¿Es un problema de falta de información? No lo parece, en el peor escenario hay mensajes confusos y/o saturación de la misma. Entonces, ¿es un problema de entendimiento? ¿Un problema de creencias? ¿Una implícita anarquía, un reto a no caer en teorías conspiratorias? Podría ser un poco de todo, pero yendo más allá de lo racional, pareciera que la dificultad radica en minimizar otro nivel de comportamiento: el emocional.  

Las crisis visibilizan la capacidad de respuestas deficientes o eficaces de cualquier sistema social y subsistemas: educativos, económicos, políticos, salubridad, seguridad y familiares. Centrándonos en este último, el cuestionamiento a considerar es: ¿qué tanto nuestras familias nos han incentivado y permitido el ejercicio de la inteligencia emocional que nos habilita socialmente para una interacción adecuada con los demás?  

En tiempos de Covid estas habilidades se ponen a prueba y entonces surgen los siguientes cuestionamientos: ¿ponemos distancia con un familiar para evitar un riesgo de contagio? ¿Somos asertivos al pedir una sana distancia con desconocidos? ¿Sabemos aceptar un no al intentar un acercamiento familiar, íntimo, social? ¿Podemos posponer o cancelar un evento social sin sentirnos culpables o criticados? ¿Nos sentimos ridículos o exagerados al rechazar u obligados “moralmente” a aceptar una comida familiar? ¿Negamos el temor al contagio? ¿Cómo decidimos dónde sí y dónde no usar cubrebocas? 

Un buen manejo emocional es la base de una relación sana y conlleva autonomía en decisiones, empatía, autoestima, asertividad, control de impulsos y respeto. Además, se traduce en conductas congruentes, libres y responsables individual y socialmente. 

También es la esencia de la eficacia del distanciamiento social como herramienta preventiva ante la propagación de la epidemia desde la interacción personal y además salva vidas. No es un asunto minúsculo. 

Pareciera que el Covid-19 vino a evidenciar esa falta de habilidades sociales o, en un deseado caso, a reforzarlas. 

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jl/I