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¿En manos de quiénes ha estado nuestra seguridad?

1. El jefe policiaco, con su uniforme, parapetado tras enorme escritorio, lanzó las agujas quemantes de su mirada. A un lado de sus bolígrafos destacaba una granada. 

–¿Es real?– preguntó el reportero. 

–Si quieres le quito la espoleta y lo averiguamos– retó. 

De sonrisa fría y altanera, jugaba con un dispositivo que lanzaba descargas eléctricas azuladas de un polo a otro. ¡Zzzzzzhhhhh!, latigueaba cual serpiente el aparato. 

–¿Para qué es? 

–Para arrear el ganado… y para otras cosas. 

El aparato deja en la piel huellas entre café y negro; eso, en lo externo, en la epidermis; por dentro, quema los órganos, los intestinos, todo lo que reciba la intensa descarga eléctrica. Se le conoce como chicharra. Achicharra al más puesto. 

2. El joven recluido en la penal de Puente Grande fue conducido a una oficina. No deseaba acercarse. Estaba acusado de secuestro. 

–¿Son tiras?– preguntó arremolinado, temeroso. 

–No. Somos reporteros. Queremos entrevistarte sobre cómo te torturaron. 

Titubeó. Aceptó. Mostró las huellas en su cuerpo. Narró cómo los agentes, entre ellos una mujer, lo condujeron a campo traviesa y lo torturaron para que confesara. Confesó. 

3. Plática nocturna de periodistas. Cervezas de por medio. Las historias saltan: 

–Cuando detuvieron al presunto ratero, uno de los polis le halló un arma escondida en una bota. Calibre 22. Decían que era mejor “darle una recia” y luego soltarlo, con la advertencia de que no regresara. Si lo llevaba a la cárcel, seguro saldría libre. Además, como primeros respondientes con el nuevo sistema de justicia penal, había que llenar cinco formatos y esperar horas y horas, y todo para que pronto quedara libre– narra un asistente a la tertulia.  

–¿O usted dice si lo acusamos de otra cosa para que sea más difícil de que lo liberen?– preguntó un policía. De una bolsa sacó bolsitas con marihuana. 

4. El agente contaba: “Mira, es fácil. Simplemente nos dan la orden por radio de que nos retiremos de cierta avenida. Ya sabemos que va a pasar un cargamento con droga. Cruzan como si nada, están protegidos. ¿Que qué podemos hacer? Jajajajajaj. Pos nada. Si no estamos pendejos”. 

5. Era juez municipal de una ciudad turística. Mientras estaba de guardia recibió una llamada telefónica a su celular, de número desconocido. 

–Mira, hijo de la chingada. Sabemos quién eres y quién es tu familia. Libera a XXXXX. Unos pinches policías lo acaban de detener. O lo sueltas o te mueres. 

El juez municipal buscó de inmediato al alcalde. 

–Suéltalo. O tendremos problemas– escuchó. 

Son muchas las historias observadas, escuchadas durante años de reportear y analizar la vida pública. Ahora, la detención del ex secretario de Seguridad Genaro García Luna y la reciente del ex titular de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos sacudió la estructura del Estado; confirmó la desconfianza en las autoridades de seguridad, despertó críticas y medias verdades en el espacio virtual; evidenció que en México es difícil que un funcionario de ese rango sea detenido y juzgado; mostró cómo los ex presidentes evaden su responsabilidad o guardan silencio ante las acusaciones a sus subalternos; preocupa que una secretaría con su más ex alto mando encarcelado tenga ahora mayores funciones, poder y presupuesto. Hay un vuelco. El aparato de seguridad, al desnudo, al servicio de grupos delictivos. 

¿En manos de quiénes ha estado la seguridad de los mexicanos? ¿De qué tamaño son las redes delictivas incrustadas y activas en el aparato estatal? El país atestigua dimes y diretes de los actores políticos, que piensan más en ampliar sus espacios de poder, sin que se tenga una respuesta viable, respaldada y confiable ante la crisis nacional de seguridad pública. 

Twitter: @SergioRenedDios

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