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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Tras décadas de investigar científicamente a decenas de miles de personas del planeta que eran felices o tenían episodios de felicidad, el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi escribió en 1990 el libro Fluir (Flow). Una psicología de la felicidad. Ahí expone sus interesantes descubrimientos acerca de “los aspectos positivos de la experiencia humana (la alegría, la creatividad y el proceso de involucración total con la vida que yo denomino flujo”), como señala en el prólogo. Aclara que no es una obra popular que ofrece consejos sobre cómo ser feliz. “Hacer esto sería totalmente imposible, puesto que tener una vida llena de alegría es una creación individual que no puede copiarse de una receta”. Así que, en vez de recetas, el libro ofrece “principios generales” y ejemplos de personas que los han utilizado “para transformar sus vidas aburridas y sin sentido en vidas llenas de satisfacción”.
Con base en su investigación, Mihaly Csikszentmihalyi desarrolló una teoría de la experiencia óptima basada en el concepto de flujo, “el estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la actividad que nada más parece importarles; la experiencia por sí misma es tan placentera que las personas la realizan incluso aunque tenga un gran coste, por el puro motivo de hacerla”.
El autor falleció en 2021. Trabajó en la Universidad de Chicago. Sus investigaciones han tenido diversas repercusiones en la psicología, la antropología, la sociología, la lingüística, con aplicaciones diversas. El texto, como otros de sus libros, indagan acerca de la experiencia óptima como algo que el ser humano “hace que suceda” y lo que propone Mihaly Csikszentmihalyi es incursionar en el modelaje de las personas felices, de las que se tienen numerosos ejemplos, como es el caso de monjes budistas, santos católicos, deportistas, científicos, profesores, campesinos, marineros, niños y una larguísima lista. Entrar al terreno de la felicidad es ingresar a lo subjetivo, que, sin embargo, puede investigarse desde una metodología. El propio investigador desarrolló el Método de Muestreo de la Experiencia.
El camino para construir la felicidad no es fácil. Una familia en la miseria y con ingresos económicos insuficientes, un joven que no pudo seguir estudiando y desertó de las aulas, una empleada que es hostigada sexualmente en su oficina o en la calle, un niño que carece de afectos y solo halla golpes, un policía que vive en constante tensión y riesgos, una anciana abandonada por sus hijos y nietos, una madre que busca a sus hijos desaparecidos y exige justicia, son ejemplos dolorosos y cotidianos que se padecen en Jalisco y el resto del país. Las personas tienen en contra realidades externas que sin duda afectan, lastiman, dañan sus realidades internas. Trabajar en esas dos “realidades”, interna y externa, en lo individual y en lo social, en interpretarlas saludablemente y actuar en consecuencia, supone una tarea consciente, tenaz, de gigantes. Pese a lo complejo, hay quienes logran conseguirlo, como reveló el propio Mihaly Csikszentmihalyi.
A diferencia de Mihaly, la clase política tradicional y sus partidos políticos no son serios. Usan conceptos relacionados con la felicidad, como el “bienestar” o, en el caso reciente de Movimiento Ciudadano, la “alegría”. Si cumplieran, contribuirían a mejorar la “realidad” exterior. Pero suena falso, de pose, a mera propaganda, a eslogan hueco, a treta sin ancla en la agobiante realidad social, política, psicológica y económica que padecen miles de familias de la entidad. ¿Cómo se atreve el partido naranja, en pleno 8 de marzo, a proferir el derecho a la alegría cuando políticas públicas que promueve son ineficientes, como el dato medible de que los delitos contra las mujeres han aumentado en lo que va del gobierno de Enrique Alfaro? ¿Cómo creerles cuando la violencia de género y las desapariciones crecientes de mujeres son una cruel realidad? Es incongruente su discurso de la alegría con los pesares de miles de mujeres de Jalisco.
Twitter: @SergioRenedDios
jl/I