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Un México violento
Porque nos la quitaron
¡Alto al fuego ya. Palestina libre!
El termómetro no para de subir y nosotros no paramos de sudar. Y en medio de las olas de calor, características del colapso climático, entre otros problemas que nos dañan y que el espectáculo electoral encubre está el que se refiere a mantener o no el veto a la exportación y uso del glifosato, herbicida que desde 1974 empezó a comercializar la empresa productora de semillas Monsanto. Casi de inmediato se generó una discusión sobre sus posibles efectos nocivos para la salud humana. Por el glifosato y otros productos químicos que producía, Monsanto se ganó una pésima fama mundial. A pesar de ella, en 2016, fue comprada por Bayer, convirtiéndose ésta en la empresa de agroquímicos y semillas “mejoradas” más grande a nivel global.
A estas alturas son innumerables las comunidades de diferentes países que sufren las consecuencias del uso de este peligroso herbicida. Monsanto mantuvo la patente del glifosato hasta 2002 y durante ese tiempo enfrentó más de 50 mil demandas en Estados Unidos y otros países. El glifosato, también conocido como Matatodo o Faena, a partir de 2002 empezó a producirse de forma genérica y, obviando toda prevención a la salud, se siguió distribuyendo en México no obstante que desde 2015 la OMS lo declaró como cancerígeno para animales y probablemente también para humanos.
Por esto, en momentos diferentes desde principios de este siglo, además de Estados Unidos, el glifosato, de manera intermitente, fue sacado del mercado en Brasil, Argentina, Austria, Luxemburgo, Italia, Francia, Dinamarca, Bélgica, Países Bajos, Vietnam y Sri Lanka.
En México, el mes de noviembre de 2019, el gobierno actual, por considerarlo un riesgo para la salud y el ambiente, argumentando el principio precautorio, correctamente, vetó su exportación. Sin embargo, de manera contradictoria, el mismo gobierno anunció a fines de marzo pasado que se continuarían las exportaciones y uso del agroquímico porque no se han encontrado alternativas no tóxicas. Los productores agroecológicos niegan esta afirmación y la aplauden los defensores del tóxico.
Un punto nodal que ha dominado esta discusión es si está comprobado científicamente que el glifosato es riesgoso para la salud. En los Estados Unidos, negando las afirmaciones de la OMS, dicen que la prohibición que hizo México carece de sustento científico.
Como sabemos, los múltiples atentados y riesgos para la vida que se han hecho y se hacen a diario se hacen en nombre de la ciencia. Por ello, a estas alturas es incorrecto utilizar así nomás el argumento de la razón científica como verdad indiscutible. Decir ahora que algo está “científicamente comprobado” no lleva a su aceptación automática. Hace tiempo que quedó claro que la ciencia y los científicos no son neutrales y que el argumento de la razón científica tiene tonalidad política. Que el glifosato es cancerígeno no es un diferendo científico, es más bien una divergencia política y de vulgar interés económico con quienes se empeñan en atentar contra la vida.
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jl/I