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Destrucción y banalidad

Quienes, en la ciudad de Guadalajara, y siendo estudiantes de bachillerato nos incorporamos a la política a mediados de los años 70 del siglo pasado, de alguna manera nos asumimos como parte de la generación post 68. A pesar de afirmar que entonces vivíamos tiempos aciagos, nunca imaginamos las situaciones actuales. Menospreciamos la capacidad destructiva del capitalismo en nuestra geografía.

Ni en nuestras peores pesadillas se nos aparecieron las imágenes del México actual. Un país con más de 120 mil desaparecidos y que Jalisco encabezara la lista con más de 15 mil. Colonizados por el paradigma desarrollista, la apertura del corredor industrial de El Salto y el crecimiento desmesurado de la ciudad no pudimos ver que detrás de dichos procesos se escondía el colapso climático.

Las imágenes y las versiones de las masacres del 2 de octubre y del 10 de junio de 1971, las acciones de alto impacto de las guerrillas urbanas y los desaparecidos que arrojaba la guerra del Estado contra aquellos jóvenes armados nos hacían pensar solo en un negro panorama.

Localmente este pensamiento negativo se enriquecía con el marcado autoritarismo de los gobernantes emanados todos del PRI, por la violencia y la antidemocracia que imponían en la UdeG los pistoleros de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), situación que había coadyuvado a principios de los 70 al surgimiento del Frente Estudiantil Revolucionario (FER), mismo que por medio de la represión y los asesinatos fue obligado a incorporarse a las guerrillas urbanas.

Durante las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado nos parecía una aberración que en el campus universitario no pudiéramos expresar con libertad nuestros deseos democráticos.

En el penal de Oblatos había docenas de presas y presos políticos y nos exasperaba que en Jalisco hubiera una lista de alrededor de 40 desaparecidos y en el país alrededor de mil, motivo por el cual las madres de ellos integraron en Guadalajara el Comité Pro-Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos.

En la ciudad había agua suficiente y ésta se encontraba a poca profundidad. Los principales cuerpos de agua (el lago de Chapala, el río Santiago y la laguna de Cajititlán) aún se consideraban limpios. Si salías de la ciudad, por ejemplo, hacia Chapala, después de El Álamo y hasta El Salto, todo el camino era verde y de igual manera por la avenida López Mateos.

Al Estado y al capital les bastó poco más de medio siglo torcer todo esto y, aunque muchos lo intentamos por diferentes vías, no fuimos capaces de contener tal destrucción. Ellos en su arrogancia suponen que nos derrotaron.

En realidad, lo que lograron fue abrir las puertas de la crisis civilizatoria que ahora vemos por todos los rumbos, en todas las pantallas, en las fosas clandestinas, en los auditorios de los centros culturales, en los ranchos Izaguirres, en la contaminación y las pandemias. Y, como corresponde, la clase política y los poderosos en la banalidad y el espectáculo.

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