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Lecciones de la “marcha fifí”

La cifra más optimista que reportan algunas crónicas periodísticas es que a la autodesignada #MarchaDelSilencio acudieron alrededor de 15 mil manifestantes, que realizaron el trayecto del Monumento a la Independencia al de la Revolución. El Paseo de la Reforma fue testigo del paso de un contingente sui generis integrado por ciudadanos que mostraban su inconformidad hacia los cinco meses de gobierno de López Obrador y que abarcaba desde el reclamo por la cancelación del aeropuerto de Texcoco hasta aquellos que exigían su inmediata renuncia –#RenunciaAMLO– a su investidura presidencial.

La profusión de videos que han circulado por las redes sociales, particularmente en YouTube, describen de manera puntual a los asistentes como el contenido de sus demandas, expresadas tanto en forma verbal como a través de mantas y pancartas. En el caso de los asistentes destaca la uniformidad en sus rasgos físicos y vestuario. La tez clara es mayoritaria y en el vestuario, de reconocidas marcas, predomina el blanco. El outfit se complementa con calzado tenis, también de marca, y en el caso de las damas, de sombreros y gafas de diseñadores famosos. Aunque el grueso del conjunto podría ser ubicado entre la clase media-alta, hay un segmento numeroso que pertenece a la élite con mayores ingresos de la sociedad. Con respecto a la edad, destaca la reducida participación de jóvenes entre los marchistas; en contraste, prolifera el sector de los adultos identificados como tercera edad.

Respecto a sus demandas y a la dinámica de la marcha, aunque los organizadores, una agrupación que se identifica como #NSCHALECOSMEXICO, habían convocado a una marcha silenciosa, se hicieron presentes los gritos e incluso corrillos que coreaban el “Mé-xi-co, Mé-xi-co”, así como la apropiación corregida del “no somos uno, no somos diez, somos un chingo, cuéntanos bien” o la versión adulterada de la clásica consigna lopezobradorista: “Es un horror estar con Obrador”.

Pero era en sus pancartas en donde su expresión se perfilaba con mayor contundencia. Las había de todos gustos, tanto en textos como en confección. Algunas en cartulinas con crayones. Otras, muchas, en plásticos de fondo negro que destacaban por su calidad de impresión. Había las breves como “Basta de ocurrencias”, “Exigimos seguridad”; las que apelaban a un trato igualitario: “Ni fifís ni chairos, todos somos mexicanos” o “Queremos oportunidades para todos, no limosnas”; no podía faltar la mención a las redes sociales “No somos bots”; las que advertían: “Destruir las instituciones es querer adueñarse de México”, “Si viola la constitución u obliga ¡puede ser destituido!”; una gran manta en la que proclamaban su superioridad intelectual “Peje… los que tenemos cerebro no votamos por ti. No te burles? (sic) Somos millones de mexicanos”; las que inoculaban el temor “México, actúa, no a la dictadura” y, para rematar, la que expresaba la principal motivación de la marcha: “#AMLO RENUNCIA”

El disenso en el ejercicio de gobierno y la confrontación entre los proyectos políticos es consustancial al desarrollo de una sociedad democrática. Las libertades de expresión y de manifestación se encuentran, a decir de Bobbio, entre los derechos mínimos en una democracia. El segmento de la sociedad que no está de acuerdo con las acciones o siente que no está representado por el actual gobierno tiene constitucionalmente el derecho a manifestar públicamente sus opiniones con la única limitante de hacerlo en forma pacífica. La historia reciente de México nos muestra que el principal motor del desarrollo democrático han sido los movimientos sociales que han sacudido al país en los últimos años. Desde el movimiento #NoMásSangre, surgido en protesta por la guerra calderonista; el #YoSoy132, en rechazo a la imposición de Peña Nieto; el movimiento de Ayotzinapa, en donde el hartazgo al sistema político alcanzó su máxima expresión, no son sino antecedentes de la movilización electoral del 1 de julio, que votó mayoritariamente por Andrés Manuel López Obrador.

La respuesta del presidente al celebrar, en lugar de condenar, la realización de la marcha abona positivamente a la construcción del México democrático que deseamos.

@fracegon

JJ/I