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Hablar de la honestidad en el teatro

(Foto: Secretaría de Cultura)

Con más de 30 años de trayectoria, Circee Rangel se ha enfocado a realizar un tipo de teatro muy cercano a lo social y al reclamo de justicia. Es actriz y directora y además da clases en dos polos distintos, por un lado en una de las escuelas más privilegiadas y exclusivas, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (Tec) y por el otro en el Hogar Cabañas, con niños en situación de abandono. 

Al mirar hacia atrás, hoy se plantea la necesidad de hablar desde el feminismo y alzar la voz con respecto a otras formas de hacer teatro.

NTR. ¿Cómo fue tu acercamiento al teatro?

Circee Rangel (CR). Desde que tuve que decidir hacer algo en la vida, supe que quería hacer teatro. Siempre quise ser actriz desde un día en que mi mamá y su novio me llevaron al teatro a los 7 años. La verdad es que siempre he sido muy tímida y me daba vergüenza decirle a mi mamá que eso quería hacer y se lo confesé hasta la preparatoria con toda la pena del mundo, pensaba que, como es común, me lo impediría y diría que así me iba a morir de hambre, pero para mi sorpresa me apoyó. Mientras hice la preparatoria hice también la carrera técnica en actuación en la Universidad de Guadalajara (UdeG). Tengo, entonces, desde los 16 años haciéndolo.

NTR. ¿Qué sensación recuerdas que te convenciera?

CR. Ya profesionalmente, desde la primera vez que me paré en un escenario, hasta hace un par de semanas que estuve en Divino pastor Góngora, aunque no protagonizo, los nervios y la adrenalina siguen. Lo he pensado mucho, muy probablemente es que mi papá se fue cuando era niña, esa necesidad de ser querida, aprobada y vista, protagónica de una historia aunque no sea la mía porque mi historia no me satisfacía del todo.

NTR. ¿Cómo decidiste hacerlo profesionalmente?

CR. Entré por medio de la escuela a la Compañía de Teatro de la Universidad de Guadalajara con Rafael Sandoval, estaba montando Bodas de sangre de García Lorca, una de las chicas que estaba interpretando a la protagonista no le estaba gustando al maestro, varias de las alumnas hicimos castings para el papel, yo era muy joven, trabajé mucho y para eso ya me sabía todos los diálogos de cabo a rabo de ver todos los ensayos todos los días. Carlos Mayagoitia me preparó, la actriz del personaje, Afra Mejía, me ayudó a entenderle al orden de la obra y me eligieron: tuve dos semanas para echarlo andar, pero tuvimos una temporada de muchas funciones, con un Teatro Experimental repleto.

NTR. ¿Te decepcionó la entrada de vuelta al mundo real?

CR. No me quedé mucho, porque justo después sentí que me faltaba algo en mi formación, me fui a estudiar a la Ciudad de México para profesionalizarme. Fue como volver a empezar, cuando salí me di cuenta que la capital no era del todo la ciudad de las oportunidades para las actrices. Eso me hizo no quedarme allá. Es una manera de trabajar a partir de estereotipos muy definidos, que hoy por hoy prevalecen: cada vez que iba a un casting me enfrentaba a que elegían a chicas altísimas, delgadas o voluptuosas, escogían siempre a las blancas, en el estereotipo europeo que estamos acostumbradas a ver como lo bello. No salía en castings y no me daba cuenta que no tenía que ver con mi talento, sino con mi color de piel y mi estatura. No quise ser partícipe de eso, no quise hacer papeles de pobre, ama de casa, sirvienta y esos estereotipos. Así que decidí salirme de allí.

NTR. ¿Qué te regresó la esperanza?

CR. La improvisación y el cabaret. Quería poder ser reina, bruja, marciano, príncipe azul y ahí lo encontré. Puedes ser lo que quieras ser, te puedes burlar de las cosas que te dolieron mucho. Fue muy sabroso para mí encontrarme con ello, me regresé a Guadalajara entonces.

NTR. ¿Cómo diste el salto a comenzar a crear desde cero los proyectos que querías hacer?

CR. Fue curioso. Desde entonces supe que si no me llamaban tendría que buscar mis propias obras y espacios. Varias personas, sobre todo mujeres entonces, empezamos a hacer las obras que queríamos hacer. Me encontré con un director en esa primera obra que no me quería dentro de la obra que yo había comenzado y para la que había encontrado recursos, así que tuvimos que cambiarlo. Pero desde entonces decidí que quería tener en mis manos la decisión de lo que quería hacer. Me gusta hacer lo que sé que necesito decir, porque quiero decir cosas no desde un capricho, sino de ver la realidad que me circunda y ver que las mías son las necesidad de muchas personas.

NTR. ¿Cuál fue la obra que más te marcó en ese sentido?

CR. Me encontré con Verónica Maldonado que en un diplomado nos leyó su obra: Valentina y la sombra del diablo. Estábamos haciendo lecturas para tallerear la obra y a mí me marcó para siempre. Estaba embarazada más o menos de cinco meses. La obra habla sobre abuso sexual infantil, conforme iba entendiendo la obra me iba rompiendo hasta que en un punto no pude seguir leyendo porque estaba llorando a mares. Decidí que tenía que montar esa obra en algún momento, entonces pensé que como actriz, pero tuvieron que pasar seis años para que me atreviera a dirigirla, era un tema tabú porque no podíamos hablarle de eso a los niños. Pero me empeciné y fui la primera en la República en montar la obra que ahora es revisitada por muchos grupos hasta fuera del país. Nos ha marcado como grupo y marcó muchas cosas en mí, como directora fue mi primer trabajo.

NTR. ¿Ese fue el salto definitivo a la dirección?

CR. Eso fue natural. Esa obra necesitaba dirección y yo lo hice porque nadie más quería hacerlo. Había dirigido en el cabaret, pero en el cabaret es todo más permisivo, yo creo que eso tiene que ver con el cabaret que rompe con las convenciones y los esquemas, eso me dio la fuerza irreverente que necesitaba, la confianza para dirigir teatro tradicional.

NTR. ¿Qué crees que deba tener alguien que quiere hacer teatro?

CR. La necesidad de decir algo, pero también la honestidad para decirlo desde el lugar en que lo vas a decir aunque te equivoques, porque nos equivocamos mucho, es diferente como directora y como actriz, pero como actriz es esta necesidad de estar ahí, de poner el cuerpo que es muy importante, es la herramienta de trabajo, es que pase por este cuerpo todo lo que conformas en la mente, el corazón y las emociones, todo lo que analizaste y compartirlo con el público. Esto que estamos haciendo tú y yo ahora, vernos a los ojos, estar oyendo el mismo sonido, que nos incomoda, pero seguimos, respiramos el mismo aire en el mismo momento, cosas absolutamente efímeras, esto que vivimos es único y no se lo vamos a poder contar a nadie, porque nadie lo va a vivir como tú y yo lo estamos viviendo: el teatro es un momento único, irrepetible, que se hace por primera vez, por única vez y por última vez cada vez que lo representas.

NTR. ¿Qué es importante para ti en las obras que creas?

CR. Cuando alguien es honesto en escena, como actor o como director, se nota. Cuando alguien está hablando de temática o de novedad sólo por hablar es insoportable. El camino en el teatro para mí ha sido sólo para encontrarme, es mirarse a uno mismo en sus virtudes, defectos, monstruos y luminosidades para reconciliarse con todo eso que somos, luego exponerlo. Ponernos desnudos ahí: decir esto soy yo, esta porquería que también es hermosa. En este trayecto, que se ha ido como agua, me he dedicado a ser.

RADIOGRAFÍA

  • Libros para iniciar en el feminismo. Virginia Woolf, por supuesto y el Cuarto Propio. Rita Segato, siempre vuelvo a Rita Segato. Coral Herrera.
  • Obra que vi y me gustó. La reinterpretación de Muñecas de Ibsen que hizo Tramando Teatro.
  • Ritual cuando estás triste. Canto. Canto mucho, pero también canto cuando estoy feliz.
  • Tu lugar favorito en Guadalajara. La arquitectura de Barragán.
  • Y en la Ciudad de México. Santa María la Rivera, el barrio en el que nací y donde espero que dejen mis cenizas.
  • Lo que más te gusta de vivir en Guadalajara. La lluvia, con todo y las inundaciones.

JJ/I