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Movimientos en defensa de la vida

Durante las dos primeras décadas del siglo 21, a la par que los procesos de despojo y destrucción de los territorios y bienes comunes naturales se han venido ampliando, de igual manera ha venido creciendo la marejada de protestas sociales. Éstas se han venido generalizando por todas las geografías del país, actualizando y haciendo realidad la máxima de que “donde hay despojo y destrucción de la vida, hay resistencia”. 

La potencia política de estas luchas y movimientos que se autodefinen como de resistencia y en defensa de la vida de todos los seres vivos que habitamos este ecosistema podríamos entenderlas mejor si nos detuviéramos a examinar siquiera un poco sus ideas y planteamientos; si observáramos sus prácticas y formas de hacer política cotidiana. Por ello considero que estos movimientos o protestas configuran en este momento histórico la versión más radical de las luchas sociales actuales. Entiéndase por radical el hecho de pretender ir a la raíz de los problemas. 

¿En qué sentido son diferentes estas luchas sociales de otras anteriores y actuales? Encuentro tres cuestiones que podrían ayudar a entender estas diferencias: 1) por su férrea resistencia al despojo de los territorios, la sobreexplotación y la destrucción de la naturaleza y a las nuevas formas de esclavitud, maneras principales como actualmente se acumula el capital (Harvey, 2004; Zibechi, 2015); 2) por sus formas de hacer política cotidiana y sus proyectos de autonomía, que al desligarse de las disputas por el poder se convierten en prefiguraciones de los otros mundos que ya no se plantean para el futuro, sino que ya están en proceso de construcción y, 3) que con sus nuevas formas de hacer política han problematizado la noción movimiento social, la idea de la organización, y los significados del cambio social y la revolución hoy. 

Todo esto, en conjunto, abona a la prefiguración de lo que están siendo ya los mundos nuevos. Y esto, por sí solo, marca otra diferencia con planteamientos políticos anteriores. El cambio o la revolución no se plantean para un futuro lejano. Estos se hacen a diario, en el hacer cotidiano. A través de prácticas políticas no violentas, pequeñas si se quiere, pero que, al negarse a reproducir, de menos en parte, la forma Estado, lo agrietan, se alejan de él y ponen en cuestión al mercado capitalista y la democracia liberal. 

¿Cuáles son los tipos de movimientos que están haciendo estas luchas en defensa de la vida y experimentando estas prácticas políticas prefigurativas? Pienso en aquellos que defienden los cuerpos de agua (ríos, lagos, manantiales, etc.), los bosques y las selvas, los mares y las costas; los que se oponen a la industria minera; aquellos que proponen el uso de energías limpias y renovables y que exigen el abandono de las energías fósiles; los que defienden el maíz y producen y promueven el consumo de alimentos sanos. 

También los que protestan y los que han incorporado prácticas concretas como parte de su vida cotidiana, contra el cambio climático. Igual quienes han colocado la atención comunitaria de la salud cuestionando la mercantilización de las prácticas médicas y de la industria farmacéutica. Pero también me refiero a aquellos movimientos y protestas que nuevamente por todo el país están haciendo los familiares de los miles de desaparecidos y muertos por el Estado, por el narcotráfico o por los dos juntos. Visto así, quizá pueda comprenderse mejor por qué se autonombran como movimientos en defensa de la vida. 

 

*Fe de erratas: en mi columna anterior, del 7 de febrero, cometí un error al decir que la asamblea informativa a la que aludo se realizó el 24 de febrero; la fecha correcta es el 24 de enero. 

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jl/I