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Pelea de perros

Twitter se ha convertido en una pelea de perros.

Cuando más necesitamos unidad, tolerancia y prudencia para enfrentar la pandemia del Covid-19, las redes se atizan con fundamentalistas en contra o a favor del presidente Andrés Manuel López Obrador.

En ambos bandos se observan absurdos. Hace unas horas veía a decenas de personas y comunicadores que calificaban de narcopresidente a AMLO por haber saludado a la madre de El Chapo Guzmán. Rompen en vituperios y se gustan a la hora de despedazar cada paso del tabasqueño.

Antes, el viernes pasado para ser precisos, Víctor Hugo Borja Aburto, director de Prestaciones Médicas del IMSS, no supo decir de corrido los síntomas del nuevo coronavirus. Ni tardos ni perezosos, en Twitter se gestó el #EnQuéManosEstamos para repudiar la desmemoria del funcionario. ¡Y eso fue tendencia nacional!

En la otra esquina del cuadrilátero, los pro AMLO pedían que Change.org abriera una solicitud para expulsar a la reportera de Milenio de las conferencias de prensa de las 19 horas por hacer una pregunta que consideraron repetitiva. Una intolerancia inaceptable más allá del sarcasmo.

Para equilibrar, otro ejemplo. En este caso, impulsado por el propio mandatario. Tras el saludo de López Obrador a la madre de El Chapo, un reportero de Grupo Reforma le cuestionó al presidente por tal acción y a AMLO le pareció excesivo. A partir de ahí descalificó al diario por no haber cubierto su manifestación denominada El Éxodo a la Democracia en 1991. El problema es que el periódico nació dos años después.

Sin embargo, y a pesar del desliz cronológico, sus defensores se lanzaron de nuevo contra ese grupo periodístico. Los más suaves calificativos fueron “fascistas”, “vendidos” e “hijos de Claudio X. González”. Hubo quien sugirió quemar las instalaciones. Al respecto les recomiendo mucho leer el hilo de Lázaro Ríos, ex director editorial de Reforma (@lzaroRos5), en Twitter.

G. K. Chesterton es un escritor con una pequeña obra maestra (siempre recuerdo con cariño El hombre que fue jueves). Él dijo alguna vez que “la gente, por lo general, riñe porque no sabe discutir”.

Estoy a favor de que no deberíamos usar la pandemia para fijar posiciones políticas. Sin embargo, sospecho que a esta altura de la agenda pública eso es inevitable. Es inocente pensar que con la actual dinámica de las redes sociales se pueda detener lo bueno, lo malo, lo ofensivo y lo absurdo.

Pero en esto tiempos de reclusión más vale guiarnos con menos odio en nuestra vida digital. De lo contrario, éste nos va a dominar.

El tema de fondo es que nuestro sistema de salud es lamentable para enfrentar al Covid-19 (lo era con el PRI, el PAN y ahora con Morena). Desafortunadamente nos agarró la crisis con las manos en la puerta: en la penosa transición del Seguro Popular al Insabi.

Si los sistemas sanitarios de primer mundo han colapsado (Italia, España, Alemania, Francia, China), no quiero imaginar la manera en que va a tronar el nuestro. Emprendemos una guerra sin fúsil, sin municiones, sin cascos, sin una estrategia en común (de los gobiernos locales y el federal).

¡No tenemos camas, respiradores ni medicamentos suficientes para atender a los contagiados!

Un ejemplo. Gracias al CIA World Factbook podemos hacer una comparación de los países más afectados. Alemania tiene 8.3 camas de hospital por cada mil habitantes; China, 4.2; Italia, 3.4; España, 3, y Estados Unidos, 2.9. México tiene 1.5 camas de hospital por cada mil habitantes (estamos en la “agradable” compañía de países como Ecuador, Laos o Siria, este último país devastado por múltiples guerras).

Esa es la dimensión de la amenaza de la pandemia en datos y no interpretaciones o peleas de perros.

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jl/I