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La bajeza de aplastar al adversario

Para la mayoría de los actores políticos en México su éxito consiste en aplastar al adversario. Esto no es lo mismo que superarlo, que podría ser una condición favorable al ciudadano.

Me explico. Los políticos mexicanos no se esmeran en hacer lo correcto en los cargos que ocupan o en ser el mejor que se sentó en una silla. Para ellos, el reto está en destruir la imagen de quien puede ser su rival, no sólo directamente en las urnas, sino en términos generales en la vida política del país.

Esto lo vemos actualmente con los pleitos entre el gobierno de Jalisco y el federal con motivo de las acciones y números por el coronavirus. En este caso, lo más importante sería que las decisiones que toman los gobernantes para poner a salvo a la población estén respaldadas por las mejores políticas, la mejor inversión y el mejor apoyo.

Pero lo anterior para ellos no es suficiente. La disputa no está solamente en hacer lo correcto para que la mayor parte de personas no tenga contacto con el virus y, sobre todo, tengamos el menor número de muertes posible.

Lo que pretenden es que quien está enfrente se equivoque, tenga peores números y se exhiba con malas decisiones. Aunque en esos deseos también hablen de la salud y la vida de las personas. Usar políticamente este tema es, desde cualquier punto de vista, una bajeza.

Al golpearse con las cifras, los políticos olvidan que no hay mexicanos estatales o federales, aun cuando su salud dependa de un sistema diferente. Quien enferma, quien muere, duele por igual. Para ello, incluso acuden a infundir el miedo y la desinformación.

Pero además lo peor es que este pleito distrae del tema que tendría que ser central y hasta nos cuesta, porque las áreas de comunicación social han hecho trabajar intensamente a los departamentos que instalan en sus sótanos, para mover la suciedad en redes sociales.

Además, hay otra consecuencia de esta actitud: la imposibilidad de que se pongan de acuerdo y trabajen en un solo objetivo, sumando recursos, personal, insumos y acciones.

El sistema de competencia política en México ha funcionado así desde hace mucho tiempo. Los partidos y los políticos invierten grandes cantidades en su estructura de guerra sucia, casi a la par que en la construcción de sus imágenes y sus proyectos. Los ciudadanos hemos aprendido a vivir con ellos, alejándonos cada vez más de las urnas en los procesos electorales, pretendiendo que gane quien menos estorbe y quien menos problemas le cause al país.

Además, quienes simpatizan con determinado partido político o gobernante, se han dejado llevar por este sistema de enfrentamientos, caminando por una permanente polarización entre ciudadanos.

Pero cuando lo que está en juego es algo tan importante como la salud y la vida, es necesario insistir que no es válido ese comportamiento y que la obligación que tienen las autoridades que reciben su sueldo de los recursos públicos es trabajar por México y por los ciudadanos.

Y ya puestos a utilizar el cargo público para fines partidistas, también habría que decirles que hacer lo correcto y resolver de la mejor manera un problema puede ser una mejor forma de construir un proyecto y convencer a los ciudadanos que se trata de un político confiable, que se merece un voto.

No pretendemos que sean amigos ni renuncien a la disputa política de los comicios del próximo año. Sin embargo, ésta no es la arena en la que tendría que darse el enfrentamiento. Tanto el gobierno federal como el estatal coinciden en que viene la etapa más complicada en la pandemia y lo menos que podría suceder es tener gobiernos que actúen a la altura de estas circunstancias.

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jl/I