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Balance y proyección 20-21

En las sociedades burocratizadas y aburguesadas es adulto quien se conforma con vivir menos para no tener que morir tanto. Sin embargo, el secreto de la juventud es éste: vida quiere decir arriesgarse a la muerte y furia de vivir quiere decir vivir la dificultad 

Edgar Morin citado por Guillermo Arriaga en ‘Salvar el fuego’ (Premio Alfaguara de novela 2020) 

 

Se cierran ciclos, se abren nuevos y casi instintivamente hacemos recuento del pasado, tratamos de sacar aprendizajes y tomar impulso para enfrentar los desafíos en un futuro ahora incierto, particularmente en lo que respecta a la salud. Quizá también reflexionamos sobre cómo será más conveniente reiniciar nuestras interacciones con la naturaleza, con las personas y adecuar las dinámicas productiva, social y espiritual. 

Nuestros gobiernos están exigidos a proponer las pautas de modelo de desarrollo en donde el criterio fundamental no sea la ganancia ni la explotación de los recursos naturales o del trabajo humano, sin importar que esos recursos se deterioren, para que unos pocos países, empresas o personas se beneficien de manera ventajosa. 

El trabajo deberá propiciar espacios de cooperación para la producción, pero también para la convivencia entre compañeros, para la organización, el ocio y para disfrutar la vida con otros seres humanos, para el desarrollo de todas nuestras capacidades. 

La necesidad del confinamiento nos dio la oportunidad de mirar un poco hacia dentro de nosotros mismos y a nuestros más cercanos. Pudimos reconocer algunas de nuestras limitaciones, pero también el potencial que tenemos. Muchos de nosotros pudimos aprovechar los avances tecnológicos para acercar las distancias, facilitar nuestro trabajo, pero también para propiciar espacios para la convivencia familiar, vecinal y mejores formas de cooperación social. 

La experiencia de convivir y estar atentos a lo que nuestros próximos, vecinos y compañeros necesitan, la posibilidad de expresar a nuestros más cercanos lo que a su vez necesitamos para la vida material, para sentirnos mejor y en los hechos constatar que somos capaces de atender esos llamados, va generando la posibilidad de que la compasión, la solidaridad y la ayuda desinteresada se conviertan realmente en valores que practiquemos en corto o a distancia, sólo así dejarán de ser parte de discursos vacíos. 

Hoy al comenzar el año no podemos sino agradecer porque aún estamos vivos, porque hemos sido capaces de mantener la entereza ante lo incierto, ante la enfermedad y la muerte. Pero la gratuidad hacia la naturaleza, la vida y el espíritu que nos mantiene activos ha de traducirse en reciprocidad y compromiso para hacer todo lo que esté en nuestras manos para aprovechar más que explotar los recursos que la naturaleza nos ofrece, para organizar de manera más armónica el trabajo humano y que el criterio fundamental sea que las personas y los países vivamos mejor y no que unos cuantos acumulen a costa del empobrecimiento de los otros. 

Hoy contamos con grandes avances tecnológicos que podrían hacer más llevadera la vida de todos, en la medicina, en la ciencia, en la educación, en la producción de bienes y servicios; en lugar de acrecentar las brechas de desigualdad y favorecer el sometimiento de personas y pueblos en la vida económica, social y en otras muchas dimensiones de la vida. 

En pocas palabras necesitamos comenzar un nuevo ciclo en el desarrollo de la humanidad para hacer sustentable la vida que palpita a nuestro alrededor y hacer un poco más humano este mundo. Nuestros esfuerzos como especie han de concentrarse en el gran desafío que plantea Edgar Morin: Humanizar la humanidad. 

*Profesor investigador del ITESO 

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jl/I