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Vueltas que dan la vida y la historia

Ampliando la mirada, más allá de las recientes elecciones y de nuestro terruño local y nacional, podemos celebrar que el mundo va recuperando equilibrios que, dentro de su fragilidad, anuncian nuevos tiempos de pluralidad y apertura hacia acuerdos básicos entre las naciones. 

A finales de la primavera 2021, las siete potencias mundiales decidieron donar mil millones de vacunas y aunque los expertos consideran que se requerirán 11 mil millones de vacunas para atacar con eficacia la pandemia del Covid-19 es necesario que se apoye a los países con menor desarrollo. En el contexto de la pandemia y de la asimetría en el poder de las naciones, no deja de ser un buen gesto la donación de vacunas a las naciones que más lo necesitan. Un gesto de buen vecino es la donación de 1.5 millones de vacunas de EU a México, así como el envío de 400 mil vacunas de nuestro país a Belice, Bolivia y Paraguay. La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) también se reunió para establecer equilibrios y límites a la producción de armamento y sobre todo armas nucleares. 

Buena noticia para la estabilidad del mundo es que António Guterres presidirá por otros cinco años la Asamblea General de la ONU; con la experiencia lograda y más agallas quizás impulse nuevos acuerdos en favor de las naciones más relegadas y pobres. En fin, soplan vientos de pluralidad y acuerdos que esperamos duren más y sean más sólidos que las buenas intenciones que las inspiraron. 

¡Ay, Nicaragua Nicaragüita! Te nombro con el dolor que provoca ver traicionadas tus utopías, esos vientos de cambio que se concretaron el 17 de julio de 1979 con el derrocamiento de la dinastía Somoza que desde 1937 tenía sometida a tu gente. Pero la idea desde entonces era derrocar a la dictadura, no cambiarla por otra, y así, borracho de poder, el otrora comandante revolucionario Daniel Ortega se erige hoy como líder autoritario. Ortega fue coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional entre 1981 y 1984. Había que levantar a una nueva nación, lastimada, destruida por la guerra y que debía trazar las líneas de un nuevo proyecto de nación con la dirigencia sandinista, hasta ahí comprensible. 

Erigido en partido político el Frente Sandinista, postuló a Ortega y ganó la Presidencia entre 1985 y 1990. Para 2022 cumplirá 15 años en el poder desde su triunfo en las elecciones de 2006, 2011 y 2016. ¿Cuánto más cree Ortega que debe permanecer en el poder para que Nicaragua pueda dar sus primeros pasos en firme como nación democrática? ¿Es acaso el único hombre en el país de Sandino que tiene la capacidad para impulsar un proyecto democratizador? Seguro que sobran hombres y mujeres capaces de adecuar el proyecto sandinista a las circunstancias actuales que vive Nicaragua y Latinoamérica en el concierto mundial. 

El afán de mantenerse en el poder y ampliar su hegemonía confunde a líderes tan fuertes como Putin o tan pequeños como Daniel Ortega. Se olvidan qué los llevó al poder, de las causas por las que lucharon y de quiénes les apoyaron; así, entre más encumbrados están o se sienten, son más reacios a la crítica, incluso la que viene de los viejos camaradas, de quienes no han perdido del todo la brújula. Por eso ahora a los críticos les consideran opositores y se cierran a cualquier posibilidad de debate, diálogo, competencia o posible cambio en el liderazgo, aunque el proyecto político se sostenga. Acaso como naciones, como humanidad, ¿no hemos aprendido lo suficiente de la gran maestra de la vida? 

*Profesor investigador del ITESO

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jl/I