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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Hacía más de 20 años que un sueño colectivo esperaba para hacerse realidad en la comunidad indígena de Mezcala de la Asunción. La espera para nada era pasiva; muchas cosas se hacían por las vías legales y políticas para que las aproximadamente 10 hectáreas invadidas desde 1999 en la cima del cerro El Pandillo por el poderoso empresario tapatío Guillermo Moreno Ibarra fueran regresadas a la comunidad. Desde finales de 2021, el Tribunal Colegiado en Materia Administrativa había concluido que el invasor, de inmediato, debería regresar esas tierras a la comunidad, pero éste había logrado que la justicia no se aplicara. Transcurrieron más de dos décadas y finalmente el sueño se hizo realidad el pasado martes 4 de octubre. Ahora pueden agregar una página más a su historia de lucha que se remonta a la segunda década del siglo XIX.
Mezcala es otro de los múltiples ejemplos de comunidades despojadas que existen en el país y que, además, de manera fehaciente reiteran que la ley puede ser muy lenta o expedita porque tiene precio. Esta lentitud permitió que a algunos comuneros, por su avanzada edad, no les haya alcanzado la vida para volver a subir al cerro El Pandillo a festejar la recuperación de sus tierras. Y los que pudieron, aún con muletas o andaderas, disfrutaron del placer que produce el triunfo de una lucha social.
El fallo del tribunal a favor de la comunidad y contra el invasor y ahora su aplicación definitiva deberían implicar la cancelación inmediata de los juicios aún abiertos desde 2011 contra nueve comuneros. Y respecto del precio de la ley, el invasor presumió por años tener dinero de sobra para seguir comprando voluntades dentro del sistema de administración de justicia para no solamente mantener las hectáreas invadidas originalmente, sino también para ampliar su ocupación ilegal a otras 10 hectáreas más.
Con la restitución de sus tierras, esta comunidad ahora también se ha configurado en otro caso donde la paciencia, la sabiduría y la capacidad de resistencia que caracteriza a los pueblos originarios lograron vencer los múltiples obstáculos que se les fueron presentando. Los indígenas cocas de Mezcala no se desesperaron, no cayeron en provocaciones y no sin problemas, resistieron y resistieron.
Con el triunfo los retos crecen y no son precisamente sencillos. Se anunciaron dos: uno, instituir una universidad comunitaria justo en la cima del cerro El Pandillo haciendo uso de la infraestructura construida por el invasor y dos, recuperar las otras 10 hectáreas invadidas por Guillermo Moreno Ibarra en la planicie conocida como El Comal y que también es parte de las 3 mil 660 hectáreas de su territorio.
Para llegar desde Mezcala a la cima del cerro El Pandillo hay que subir por un sinuoso camino de terracería. Como sea que se llegue hasta la cima, en vehículo, caminando o a caballo, el esfuerzo será recompensado, primero si tienes la suerte de que tus acompañantes, con mucho conocimiento, vayan nombrando cada árbol y plantas en flor con las que en esta temporada te vas topando en el camino (rosa panal, palo blanco, ciruelos, guajes, girasoles, cempasúchil silvestre y el intenso olor a anís) y, después, ya en la cima del cerro El Pandillo, por la hermosura de paisajes que se disfrutan volteando a los cuatro vientos. Al ver el lago de Chapala desde ahí se entiende porque los colonizadores le llamaron el mar chapálico.
Según la tradición de este pueblo, sus ancestros, sus muertos, regresan cada 25 de noviembre y se pasean por las calles, viajan a la isla de Presidio y ahora, seguro, hasta disfrutan del malecón. Por el ambiente festivo y emocional que se sintió el día de la recuperación, capaz que los ancestros anticiparon su regreso para participar del festejo.
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