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Siempre mintió
El abogado de Ovidio
“Nunca hubo una civilización que tuviera tan fuerte el valor del libro”, aseguró Alessandro Baricco en la charla que tuvo ayer en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas, donde habló con todos los presentes sobre el privilegio del acceso a la lectura.
El escritor, periodista y guionista italiano, autor de Seda y Novecento, entre otras obras, platicó de la utilidad de los libros en la vida cotidiana, de sus sueños no cumplidos de ser un rockstar, de Umberto Eco y de las estructuras de sus libros.
Su visita a Guadalajara se dio en el marco de la designación de Guadalajara como Capital Mundial del Libro. La sala sede de la plática con el ex director de Radio Universidad de Guadalajara, Alfredo Sánchez, fue insuficiente para sus seguidores, por lo que tuvo que habilitarse un espacio al ingreso del museo para que desde dos pantallas cerca de un centenar de sus lectores pudiera escucharlo.
En ambos espacios había que esforzarse por escuchar una traducción a un volumen apenas perceptible, a pesar que en un par de ocasiones hasta el mismo Baricco abogó por los reclamos de que no se entendía. Al final, había que sumar lo que se alcanzaba a comprender de su plática en italiano y lo poco que se alcanzaba a escuchar al traductor.
Alessandro Baricco hizo énfasis en el privilegio de la civilización a la que pertenecemos, pues es la primera en darle una gran importancia al libro. Recordó que por mucho tiempo en Europa hubo un pequeño grupo de humanos que escribían y que era el mismo que leía, “y luego estaban todos los demás”.
“Somos los primeros que tenemos acceso a los libros de una manera mucho más generalizada y sencilla”, afirmó.
Porque, además, el libro ha tenido sus obstáculos a lo largo de la historia. Relató también que a mitad de 1800 los médicos prohibían las novelas, especialmente para las mujeres, y había una lista de los efectos que podían tener. Entre estos, dijo, estaban que se perdía el sentido del tiempo, quitaban el hambre y creaban disturbios de personalidad.
Eso pasaba, por ejemplo, a las mujeres que leían Madame Bovary. Mientras los esposos querían regresar a la casa y esperaban que la comida estuviera lista y ellas los recibieran perfumadas, las mujeres cerraban el libro y querían ser Madame Bovary y hasta podían voltear a ver a los hombres en las calles. “Otro defecto hermoso de los libros es que crean ilusiones”.
Ahora, dijo contento, podemos tener bibliotecas llenas de libros y hasta insistir a nuestras hijas que lean.
Al hablar de sus libros, dijo no saber de dónde salían sus personajes y sus historias. Que algunas cosas le sucedieron. Primero, espera a tener la arquitectura, el diseño y, sobre todo, el sonido justo y la musicalidad. Porque Baricco comenzó a escribir a los 30 años, pero afirmó tener 60 años tocando mal el piano, porque en realidad él quería ser un rockstar, un pianista o un director de orquesta.
jl/I