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El transporte masivo y su realidad

El 9 de marzo una mujer que debía llevar a su hija en silla de ruedas al Hospital Civil Fray Antonio Alcalde intentó bajar en la estación Santuario de la Línea 3 de Tren Ligero. Los elevadores no servían, así que buscó salir de este transporte masivo en la siguiente estación, en el Centro de Guadalajara. 

Bajó del tren y llegó hasta el elevador, donde un letrero azul señalaba: “Elevador fuera de servicio”. En esa misma estación un día antes una persona en silla de ruedas y su acompañante cayeron en la escalera eléctrica y fue necesario que recibieran atención médica, por lo que el personal del Sistema de Tren Eléctrico Urbano les sugirió que fueran hasta la estación siguiente, Independencia, donde los elevadores sí están en funcionamiento. Eso implicaba caminar, empujando la silla de ruedas, casi 2 kilómetros. Al final, recibió ayuda de otros usuarios que cargaron a la niña y ella llevó su silla. 

Este caso es solo un botón de muestra de lo que todos los días se ve en las estaciones del transporte masivo, ante la falta de mantenimiento y el rápido deterioro que la infraestructura tiene. 

En redes sociales, a partir de algunas fotos sobre elevadores y escaleras eléctricas sin servir se han incrementado las denuncias, incluso con las imágenes de las instalaciones con el clásico cintillo amarillo para que nadie pase. Sin embargo, no hay una respuesta contundente de las autoridades, más allá de la activación de las cuentas falsas en redes sociales que justifican las descomposturas con el uso excesivo de las instalaciones. 

Las dos líneas de macrobús disponibles en la ciudad y las tres líneas de Tren Ligero se han vuelto indispensables para la movilidad de los habitantes del Área Metropolitana de Guadalajara, ya que su puesta en funcionamiento en diferentes años ha significado el desplazamiento de las rutas que prestaban los mismos derroteros. Es decir, son usadas porque son un mejor servicio que el de los camiones, pero también porque no hay alternativa. 

En el caso del macrobús, tanto el que circula por Periférico como el de la calzada Independencia registran de manera constante problemas con las puertas eléctricas, lo que representa un grave riesgo, sobre todo porque hay muchas horas en que las estaciones se llenan y la gente prácticamente no cabe a lo ancho de las mismas. 

A las fallas constantes que presentan tanto camiones de macrobús como trenes hay que sumar la insuficiencia, pues en los periodos de mayor demanda hay que esperar hasta tres o cuatro unidades para subir porque están llenas. 

La idea que las autoridades tienen sobre cómo funciona el transporte masivo, al menos por lo que sus discursos señalan, está muy alejada de la realidad. 

Ayer, el gobernador Enrique Alfaro subió a sus redes sociales un video en el que se le ve en el Metro de Nueva York. Tal vez con esa soltura sería bueno que de vez en cuando utilizara el Tren Ligero o el macrobús, pero no en esas ocasiones en que el servicio se cierra para que lo utilicen él y sus funcionarios para grabar algún video, sino por sorpresa. Así, podría darse cuenta de las deficiencias que existen. 

Si la apuesta de la actual administración estatal es realmente incentivar el uso del transporte público y reducir los traslados en automóvil es muy importante que los funcionarios encargados de tomar las decisiones dejen el escritorio y se den cuenta de las dificultades que los ciudadanos enfrentan todos los días. Y ya no hablemos de los camiones ordinarios, donde las decisiones de rutas, unidades y tiempos siguen tomándolas los transportistas, basados en el modelo de negocio que, pese a los cambios que se han implementado, prevalece. 

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