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Bastión

No recuerdo la primera vez que voté. Seguramente no fue en la elección de Echeverría, en 1970, pues aún no tenía los 18 años cumplidos. Fue entonces en 1976, en la elección de López Portillo, pero no lo recuerdo.

En aquel entonces votar no era tan relevante como ahora. Fue una acción casi de trámite, pues José López Portillo no tuvo contrincante, fue solo en la elección. Aun así, cumplió con la gira de campaña. Visitó y se paseó por todo el país.

Lo que sí recuerdo es que a todos los lugares a los que llegó en su campaña fue recibido con bombo y platillos. El poder del partido único estaba todavía en su apogeo, a pesar de la crisis que apenas despuntaba, la gira fue una fiesta inacabable de mítines, comilonas y reuniones con los very important person en cada ciudad y pueblo a los que fue.

Con el correr de los años fui tomando más conciencia de la importancia de elegir y hacerlo bien. A De la Madrid le tocó bailar con la más fea, pues en su administración la crisis económica llevó al país a tocar fondo y debió esforzarse por iniciar la salida del hoyo en el que estábamos.

Salinas de Gortari implementó los programas para salir del tobogán y volver al crecimiento; digan lo que digan, recuperó el desarrollo de la lastimada economía, labor opacada por los errores que cometió en su último año.

Lo más relevante de Fox fue lograr la alternancia al llevar a Acción Nacional al gobierno del país.

En tanto que a Felipe Calderón tocó enfrentar el inicio del desmedido crecimiento del narcotráfico debido al cierre de la frontera con Estados Unidos derivado del ajuste radical de las medidas de seguridad, implementado por ese país después de la tragedia de los atentados del 11/9 en Nueva York. A pesar de todo, mantuvo la economía sana y en crecimiento.

De Peña Nieto se ha dicho de todo y con razón. Fue un presidente –así, con minúsculas– más bien pusilánime. Mucha forma y poco fondo. Sus acciones afectaron a muchos mexicanos que, al final, se la cobraron, con acciones que han llevado al país a sus peores momentos en los últimos 100 años.

El crecimiento de las oposiciones: después de Fox, la de la pseudoizquierda; tras Calderón, la tradicionalista; y, enseguida de Peña, la pseudoizquierda radical. Hoy hemos llegado a un nuevo nivel de oposición: la emergente.

Esta última es una tendencia que agrupa a varias fuerzas políticas para enfrentar a la gobiernista-oficialista, que ha usado todo el poder del Estado para imponernos su continuidad y terminar de quitarnos el estilo de vida mexicano, ese que nos permite sentir que si nos esforzamos podremos vivir mejor y dar más oportunidades a nuestros hijos y nietos.

A lo largo de todas estas historias el Ejército ha sido garante del respeto a la decisión de la mayoría. Esperemos que, de ser necesario, los militares de la mejor tradición continúen siendo el bastión que defiende la elección del pueblo.

Por todo esto es obligación de todos votar el 2 de junio, por quien indique la conciencia y la razón de cada uno, pero VOTAR.

Así sea.

X: @benortega

jl/I