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La censura en Jalisco

Tres microhistorias de censura mediática en Jalisco, en distintos periodos históricos:

Una: El 19 de abril de 1913 el arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez, publica un decreto en el que critica a periódicos locales, prohíbe la lectura de nueve, llama a boicotearlos y recomienda a los diocesanos interrogar en la confesión a los sospechosos de leer esos medios y así salvar a las almas “del fango de la corrupción de la mala prensa”. Tiempos de enfrentamientos entre liberales y conservadores, tiempos de persecución religiosa que antecedieron a La Cristiada.

Dos: Cuando el PRI era un partido de Estado poco se movía en Jalisco sin el visto bueno del gobernador en turno y los grupos de poder. Los periodistas no publicaban más que las versiones oficiales de lo que ocurría, siempre parciales, ocultadoras, justificadoras. Así sucedió, por ejemplo, durante el periodo de los 70 y 80 de la llamada Guerra Sucia. Aprehensiones ilegales, torturas, desapariciones y ejecuciones se ocultaron o tergiversaron. La autocensura, en boga.

Tres: en fecha más cercana, 5 de diciembre de 2014, docenas de periodistas denunciamos las presiones de grupos políticos que controlan el poder público y ejercen presión a las empresas de medios de Jalisco para imponer la censura a voces críticas. Cientos de millones de pesos ha ejercido el gobierno de Aristóteles Sandoval de su presupuesto de comunicación, que se ha traducido en ceses y despidos fulminantes, cierre de espacios e interposición de obstáculos al derecho a la información.

Relatos como los anteriores hay miles. La historia de los medios informativos en Jalisco podría investigarse y escribirse a partir de la censura; es decir, de cómo éstos la han enfrentado. Y decir cómo la han enfrentado significa detallar cómo la han sorteado, sucumbido ante ella o hasta tolerado y alentado. Es posible rastrear desde el periodo virreinal hasta nuestros días cómo los poderes gubernamentales y los poderes fácticos regularmente están al acecho para, con distintos métodos, impedir o cortar de tajo aquella información y las opiniones que les resulten incómodas. Son muchas las formas, algunas sutiles o enmascaradas, y otras abiertamente autoritarias, que se ponen en juego para acallar visiones distintas al discurso dominante.

La censura desde el poder a los medios informativos es una forma de violencia institucional. Es un atentado a la libertad de expresión y al derecho a la información, ambos derechos humanos que son normas legales no negociables. Cuando una autoridad no promueve y ni siquiera garantiza que se cumplan, en realidad atenta contra uno de los principios democráticos: la necesidad de que una sociedad esté informada.

En Historia de la intolerancia en Europa, Italo Mereu dice que escribió el libro “mirando la historia a través de la lente de la intolerancia, esto es, de la certeza políticamente invencible de poseer la verdad absoluta con la obligación de imponerla a todos, según el esquema de consenso o represión”. Su óptica se aplica a la entidad.

NTR fue censurada. Con todas las letras. Desde el gobierno estatal se fraguó que dos radiodifusoras quitaran la apenas iniciada campaña publicitaria. Se abusó del poder para impedir que la empresa pueda con libertad abrirse camino. Ante el cierre de esos espacios, la decisión es continuar con tesón el derecho a darse a conocer y hacer llegar la información crítica, veraz, oportuna, de interés para los jaliscienses, construida todos los días. La convicción es #NoNosCallarán.

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DN/I