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La policía de Zapopan: bien pagada, pero ineficiente

Zapopan se destaca como uno de los municipios más prósperos y financieramente sólidos de México. Su policía, con alrededor de 3 mil 300 elementos operativos, es una de las mejor remuneradas del país. Cada policía percibe un sueldo base de 18 mil 734 pesos brutos mensuales, además de vales de despensa por 2 mil 800 pesos, ayuda para transporte público de 800 pesos, y una serie de beneficios adicionales como aguinaldo, vacaciones, bono por el Día del Policía, prima vacacional, seguro de vida (tanto en servicio como fuera de él), cobertura del IMSS y pensiones del estado.

Zapopan también fue pionero en infraestructura de seguridad: en 2017 se convirtió en el primer municipio del país en implementar un C5 propio, el cual opera en coordinación con el sistema estatal Escudo Urbano C5. En conjunto, se cuenta con mil 334 cámaras –334 municipales y mil estatales– que cubren 964 puntos estratégicos del municipio. Además, la corporación dispone de tecnologías avanzadas como perros robot y una unidad de inteligencia.

Sin embargo, toda esta inversión no se traduce necesariamente en seguridad real. Un ejemplo claro es la colonia Altagracia, una de las más peligrosas de Zapopan. Con una población aproximada de 5 mil 940 personas distribuidas en mil 790 hogares, tiene una densidad de 2 mil 855 habitantes por km², una edad promedio de 27 años y un nivel educativo de 10 años cursados. Aunque en la administración pasada en esta colonia se rehabilitaron 68 módulos habitacionales mediante la pinta de fachadas, puertas, protecciones y trabajos de impermeabilización, la violencia y la inseguridad persisten.

En esta colonia se ubican instalaciones de la policía municipal, justo en la rotonda de la colonia Altagracia, un espacio que también se utiliza para eventos culturales, ventas populares y hasta cierres de campaña durante procesos electorales. A pesar de la presencia policial, el sábado 31 de mayo alrededor de las 17 horas presencié una escena alarmante: a menos de 30 metros de estas instalaciones, un hombre tenía esposada a una mujer y la golpeaba brutalmente en el rostro. Al confrontarlo, el agresor utilizó un radio similar al que usa la policía, con el aparente objetivo de reportar mi intervención.

Este hecho plantea varias hipótesis inquietantes: la primera es la absoluta incapacidad –o indiferencia– de la policía para garantizar seguridad incluso en las inmediaciones de sus propias instalaciones. La segunda, más grave aún, es la posibilidad de que estos actos ocurran con la complacencia o complicidad de algunos elementos policiales. Se sospecha que el agresor funge como halcón para un grupo criminal que opera puntos de venta de droga en la zona, los cuales han ido en aumento.

La conclusión es contundente: por más recursos, personal, tecnología y estrategias que se tengan, la policía de Zapopan ha fallado en lo más básico: proteger a la ciudadanía. Ni siquiera puede garantizar seguridad en un espacio donde tiene presencia directa. Lo que se exhibe no es solo una falla operativa, sino un fracaso estructural. Esto sin considerar los eventos de alto impacto en materia de inseguridad que han acontecido recientemente en el municipio.

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