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Combate de incendios, bajo riesgo creciente

Peligros. Para los brigadistas, los riesgos “naturales” y sociales se han incrementado de forma drástica. (Foto: Jorge Alberto Mendoza)

En lo que va del año se han registrado 2 mil 538 incendios forestales en 29 entidades federativas, afectando una superficie de 54 mil 253.87 hectáreas, equivalentes a 180% del bosque La Primavera.

Hasta antes del incendio del pasado fin de semana en La Primavera, Jalisco acumulaba Jalisco 97 incendios con mil 59.39 hectáreas afectadas y ocupaba el noveno lugar por número de eventos y décimo sexto por superficie, según el informe semanal de la Comisión Nacional Forestal (Conafor, al 11 de abril de 2019).

Además del deterioro al ecosistema, los incendios provocan otros perjuicios. Corría el 26 de abril de 2005, Juan Francisco Quintero Miranda y sus compañeros estaban inmersos en el combate del incendio forestal a la postre con el mayor registro de daños de la historia del bosque La Primavera. Y el fuego los atrapó.

“Estábamos combatiendo en la parte de Llano Grande, que es la zona central de La Primavera; allí hay un lienzo, de metro y medio o dos de alto, es decir, bastante alto y ancho, y consideramos que a partir de ahí íbamos a poder detener el avance del fuego. Desafortunadamente llegó una ráfaga de viento, y brincó el incendio; nos dejó encerrados, en ese momento lo único que pudimos hacer, de acuerdo a la experiencia que ya teníamos y a lo que nos decían en la capacitación, fue tirarnos al piso, porque allí hay una cantidad de oxígeno más limpio. Recuerdo que uno de los compañeros empezó a llorar, a decir que hasta ahí llegamos, porque se sentía horrible, el aire empezó a ponerse más denso, el fuego estaba por encima de nosotros y sentía que me quemaba la espalda, luego vi que el piso estaba con brasas (…) yo también creí que no la iba a librar, pero llegó otra ráfaga de viento, alzó el humo, y pues nos pudimos levantar y corrimos”.

A 14 años de este suceso, en el que se quemaron alrededor de 11 mil hectáreas de la floresta,  Quintero Miranda tiene otras heridas: la más profunda, la pérdida, hace apenas dos años, de un par de compañeros de la brigada patrocinada por Selva Negra en Ahuisculco, una serranía que funciona como corredor biológico entre La Primavera y las montañas del sur y del oeste: Cerro Viejo, Quila y Sierra del Águila. Eran Luis Alberto Armenta Hernández y Faustino Ibarra Guerrero. Allí se mezclaron en el accidente desde factores ambientales extremos, propios de estos tiempos de cambio climático, un terreno accidentado y la presencia de criminalidad ligada al negocio ilícito de combustible en el valle de Tlajomulco y de Tala-Ameca.

No hay duda: nunca se tuvo personal más capacitado, pero los riesgos “naturales” y sociales se han incrementado de forma drástica.

“Uno puede tener todas las medidas de seguridad previstas, pero cuando las condiciones ambientales y las condiciones topográficas no son favorables, no tienes mucho que hacer”, señaló Quintero Miranda.

El azar se convierte en un componente de creciente importancia. El año de esos dos decesos hubo otro par de brigadistas muertos en la zona de Ameca y Atenguillo, en la ruta hacia la costa norte de Jalisco, con la misma combinación de factores climáticos y controles territoriales de la “plaza” que se ha enseñoreado de la zona al menos desde 2015. Hoy, explotan bosques con total impunidad (ver El Diario NTR Guadalajara, 28, 29 y 30 de marzo de 2019).

Pero el brigadista es aferrado. Quintero Miranda comenzó sus labores desde la adolescencia. Nativo de Tala, con sus compañeros se indignaba al ver la frecuencia de los fuegos, desde los 15 años le comenzó a entrar al combate.  “Salía por la parte de atrás de mi casa, y estaba ya en el bosque La Primavera, prácticamente era mi patio de juegos; y como veía los incendios forestales que afectaban al bosque, eso me marco para toda mi vida. Hicimos una asociación civil para combatir incendios, para hacer acciones de restauración, y de ahí me nació la inquietud de ser biólogo, y dedicarme a esto”.

Cosas difíciles de olvidar

Hoy, tiene 40 años. No se arrepiente pero hay cosas difíciles de olvidar. Ese día de abril de 2005 pudo morir, pero el azar jugó a su favor. “Para mí fueron horas, pero en realidad, lo que duró fueron uno o dos minutos, pero uno o dos minutos sin oxígeno créeme que se vuelve demasiado largo (…) a partir de ahí fui a parar al hospital por una intoxicación; yo no quería estar ahí, me pusieron oxígeno, y en cuanto pude, me regresé al incendio, igual que mis tres compañeros, dos propietarios y un combatiente más”.

La experiencia indica, que en todo México, las deflagraciones (RAE: “dicho de una sustancia: arder súbitamente con llama y sin explosión”) son “antropogénicas”, es decir, tiene un factor humano como detonador.

“En mi experiencia, 99 por ciento de los incendios que me ha tocado combatir, han sido por causas antrópicas; la mayoría es por quemas agrícolas, de personas que van a acampar y dejan sus fogatas, de personas que van de paseo y avientan su bachicha de cigarro, y se prende; desde que tenía 15 años, me ha tocado ver solo dos incendios generados de manera natural, hasta cierto punto; uno por una línea de alta tensión que se cayó, en realidad es a medias; el otro por un rayo, en plena época de lluvias, hace seis años”.

Es que los bosques en México suelen ser tierra de nadie. No se necesita recurrir a la clásica historia del fraccionador malvado o del agricultor o ganadero que quieren expandir tierras productivas, aunque también sucede. Por lo general, las personas comunes y corrientes parten de la premisa de que lo que es de todos es de nadie (y no obstante que el bosque tiene dueños, estos suelen pensar lo mismo: que es puro monte sin valor porque no se puede especular con él). No hay un cuidado. El famoso aforismo de Goethe cobra plena vigencia: “no es preciso recurrir a la maldad para explicar la causa de los desastres humanos; con la estupidez basta”.

“El ordenamiento del territorio desde mi punto de vista es muy muy importante, porque hay zonas agrícolas que no deberían estar tan pegadas a zonas forestales, sobre todo de alto riesgo como es La Primavera, y digo en el caso del cultivo de la caña de azúcar; mi padre fue cañero y trabajó en el ingenio de Tala, pero el que estén estas zonas agrícolas y usen fuego en los cultivos, tiene un alto riesgo, por más que las personas que tienen sus parcelas hagan sus guardarrayas y tengan sus resguardos; los factores ambientales como el viento pueden ganar, entonces es respetar el ordenamiento territorial por una parte, y por otro es atacar la falta de conciencia en temas forestales por parte de la gente común”, añade el combatiente.

Dos décadas sin bajas

El fuego es hoy más complicado, platica con los colegas de oficio. Hasta las muertes de 2017, se sumaban más de dos décadas sin muertos en combate. En aquel entonces, por deficiencias de equipo y preparación, pero hoy hay un reconocimiento internacional al bombero forestal mexicano, las causas son otras.

“Son más difíciles y con mayor intensidad, con mayor frecuencia; cuando yo empecé recuerdo incendios pequeñitos; pero el clima, la inseguridad, las condiciones topográficas, dado que se penetra en zonas cada vez más inaccesibles, hace que en los últimos cuatro o cinco años la intensidad de los incendios sea mucho mayor, mayor combustible, menor humedad y mayor calor, más riesgo para todos”.

Quintero Miranda sostiene que la norma de uso de fuego 015 “es muy bonita”, pero si no se obliga a respetarla, de poco sirve. Para un manejo de fuego eficiente también se deberían identificar la topografía, los vientos dominantes, las temperaturas promedio. Todo eso debería arrojar un mapa de qué está permitido y qué no.

“El cambio climático es una realidad, es un hecho, y en el tema de incendios es muy, muy notorio; si no hacemos la prevención, no va a haber brigadas ni cantidades de personas suficientes para el combate, jamás”

 

“Salía por la parte de atrás de mi casa, y estaba ya en el bosque La Primavera, prácticamente era mi patio de juegos; y como veía los incendios forestales que afectaban al bosque, eso me marco para toda mi vida”

Juan Francisco Quintero Miranda, jefe de brigada en Ahuisculco.

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