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¿Y ahora qué? Ese es el título de un texto que sigue escribiendo Fernando Escobar Zúñiga. Lo empezó hace apenas unas semanas, cuando supo que el ITESO lo reconocería como Profesor Emérito el miércoles 15 de mayo. El texto sigue en construcción. Todavía no decide si lo hará discurso o canción.
Fernando, además de profe, es poeta, músico y bicicletero. Nadie dijo que los docentes nomás deben ser maestros.
Para hablar de la historia de quien ahora es profesor de la materia Cultura de información en red y en la red, hay que viajar a un tiempo en el cual la mayoría de los mortales no conocían las computadoras.
Ese tiempo es 1977. A principios de ese año, Carlos Orozco Pointelín, quien era director de los entonces llamados centros de Planeación y de Cálculo, lanzó una convocatoria innovadora para el momento, un curso para operar las computadoras. Fernando Escobar estudiaba Ingeniería Industrial en la Universidad de Guadalajara, de donde se graduó, y decidió apuntarse.
Hay que decir que en 1977 no existían las computadoras para el uso común, pero sí padres desesperados de adolescentes que reprobaban matemáticas y algunos buscaban a Escobar para regularizar a sus vástagos. Por eso ni lo pensó cuando después del curso, Carlos Orozco le preguntó si aceptaba ser el operador del Centro de Cálculo del ITESO.
¿El operador? El papel parece salido de una historia de ciencia ficción... y así era. El ITESO tenía una computadora que consistía en dos muebles de 170 centímetros de frente, con 16 kilobytes (KB) de memoria y dos unidades para dos discos más grandes que un disco LP que tenían capacidad para almacenar cinco megabytes (MB) de información. La impresora era del tamaño de un ropero y todo junto, la computadora y la impresora, ocupaba una sala. Alguien tenía que operarla.
De Fernando Escobar sus colegas dicen que fue una clave para el desarrollo de las tecnologías de la información en el ITESO, y a su vez una escuela de referencia en el tema.
¿Se parecen sus alumnos de 2019 a los que tuvo entre finales de los años setenta y finales de los años noventa? No, responde aprisa. Los de hoy son menos ritualistas con el profesor y le exigen más. Se aburren más pronto y lo dicen, entran al salón después de haber entrado a una pantalla donde todo es juego, brinco y manipulación.