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Ingenuos
El abogado de Ovidio
Las economías modernas son maquinarias complejas cuyo funcionamiento depende de que varias cosas se cumplan, entre ellas: que todos sus engranajes interconectados se sigan moviendo y si alguno se ralentiza, los otros compensen para que el sistema completo no se pare; que prevalezca la confianza en que todos los participantes podrán mantener sus compromisos; que se sostenga la ilusión de que el crecimiento es permanente y siempre se pueden encontrar nuevas fuentes de valor.
Esta pandemia está poniendo a prueba todas estas condiciones de una manera no vista en la vida de casi todas las generaciones que coexistimos hoy.
Primero, porque el aislamiento obligatorio que se está implementando en cada vez más países está afectando a varios engranajes a la vez. Se reduce el consumo en varios sectores, lo que obliga a empresas a recortar personal o, en casos extremos, cerrar operaciones, y esto hace que se dispare el desempleo. Se reducen los ahorros y se posponen las inversiones por miedo. Como es una crisis perfectamente global, se afectan todas las cadenas de suministro internacionales.
Para los gobiernos hay un doble reto: enfrentar reducciones en la recaudación de impuestos e incrementar gasto público para enfrentar la crisis, lo que puede disparar la deuda. En el caso de México, que todavía depende de los ingresos por petróleo, se añade un tercer reto porque el desplome de su precio implica también reducción de los recursos disponibles.
Segundo, porque las quiebras sistemáticas de hogares, de empresas y hasta de gobiernos pueden generar una crisis de confianza en el sistema financiero y el mundo puede pasar a una modalidad de “sálvese quien pueda” en el que cada uno vea por su dinero y se deje a la deriva a segmentos grandes de la población mundial.
Tercero, porque el crecimiento global se va a parar en seco. Muchas economías como la nuestra incluso se van a contraer. Se va a esfumar la ilusión de crecimiento permanente y tendremos que detenernos a pensar: y ahora, ¿cómo generamos valor? ¿Qué hacemos para seguir funcionando?
Hace unos días me llamó la atención un tuit del filósofo español Santiago Alba Rico que decía: “Esta sensación de irrealidad se debe a que por primera vez nos está ocurriendo algo real. Es decir, nos está ocurriendo algo a todos juntos y al mismo tiempo. Aprovechemos la oportunidad”.
Resume perfectamente lo que estamos viviendo. Al principio parece que la realidad a la que nos lleva el coronavirus es como un mal sueño del que ya despertaremos, pero la verdad es que el coronavirus nos está despertando de un sueño fantástico a la dura realidad del mundo natural que no controlamos.
El sueño era que podíamos crecer infinitamente con recursos finitos. La pandemia del Covid-19 es sólo una pequeña probada de lo que nos viene en este siglo como consecuencia del abuso acumulado al planeta. Hay estudios que incluso vinculan el incremento de brotes virales al cambio climático por los movimientos de fauna a nuevas geografías.
Aun a pesar del sacrificio que este virus demandará de la humanidad en muertes y penuria, podemos verlo como una bendición disfrazada porque nos recuerda que seguimos siendo vulnerables ante los ajustes de la naturaleza y nos obliga a replantear en tiempo récord nuestros modelos económicos para evitar un mayor colapso de nuestra civilización y nuestra especie.
Twitter: @ortegarance
jl/I