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Reconocerse en el pasado

A inicios de esta semana me dejó de verdad sorprendida una nota que llegó desde Europa, de forma concreta de los Países Bajos. Allí, el Consejo de Cultura, órgano asesor legal del gobierno, sugirió al Ministerio de Cultura que regresara todos aquellos bienes artísticos y culturales (antropológicos, por darles una noción más general) que fueron robados, arrebatados o conseguidos de manera ilegal a aquellos países que, en su momento, fueron colonias neerlandesas. 

Esta discusión se abrió en Países Bajos luego de no pocas protestas y luchas de activistas, en particular en torno al Museo Afrika, que congrega miles de piezas de ese continente sustraídas por los colonizadores. 

No sólo eso. La sugerencia del Consejo de Cultura incluso va más allá; habla de devolver bienes que hubieran sido obtenidos de forma legal si éstos representan para las poblaciones de origen una pieza de alto valor histórico. 

El patrimonio colonial es una “injusticia histórica” y debe devolverse sin condiciones, fue la determinación del consejo. 

Además, hasta donde seguí el hilo de la historia, el propio ministerio había aceptado que era imperante hacer una revisión a los actos cometidos en el pasado y que, en este repaso, una de las conclusiones era que no les gustaba lo que veían reflejado de sí mismos. 

El consejo calcula que hay cientos de miles de objetos coloniales repartidos por colecciones de los museos de Países Bajos, entre los que destacan banderas, objetos religiosos, joyas e incluso restos humanos. 

Luego de que se reconozca el daño causado, se debe empezar a dialogar con los países donde los neerlandeses ejercieron la autoridad colonial, en especial Indonesia, Surinam y las islas del Caribe, evitando lo que el consejo llamó “una repetición neocolonial del pasado en la que las propias opiniones, sentimientos, normas y valores son los principios rectores de la acción”. 

El Museo Nacional de Culturas del Mundo, que tiene bajo su resguardo varios espacios en el país, posee 450 mil objetos en su acervo. De acuerdo con registros periodísticos, es el Museo Afrika el más polémico de todos, un espacio dedicado por completo a ese continente. 

Si bien ahora el gobierno, que resguarda todas las obras y piezas, debería revisar prácticamente caso por caso la devolución, ello con asesoría adecuada y, claro, con el país de origen dueño de los objetos, e incluso podría no trascender la sugerencia del consejo ni la aceptación del Ministerio de Cultura, no me deja de parecer relevante que un país sea capaz de mirarse a sí mismo y reconocer, aún décadas o siglos después, el daño causado a los pueblos originarios. 

¿Cuántos museos en el mundo terminarían casi por completo desmontados si devolvieran cada una de las piezas que no obtuvieron de forma legal? ¿Cuánto valor se les regresaría a esos países que fueron devorados por los conquistadores al regresarles parte de su patrimonio, de su historia, de su pasado? 

Seguramente no son pocas las naciones que no estarían en condiciones de poder recibir de regreso sus objetos, sea porque no tienen recursos suficientes para su resguardo, la estructura física adecuada para su cuidado y exhibición, o incluso habría gobiernos que decidirían que esas piezas están mejor donde se encuentran ahora. Pero siento que el solo hecho de considerar a estos países y consultarlos sobre lo que quieren hacer con el arte y la cultura que les pertenecen sería una señal de respeto, de reconocimiento de un pasado en el que se cometieron abusos y atrocidades, y una forma de erigirse llenos de dignidad. 

El arte como un vehículo de reconciliación y perdón. 

Un puente. 

Twitter: @perlavelasco

jl/I