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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Ataviados con un tocado de plumas de diversas aves y trajes tejidos a mano con piel e hilos de colores, los miembros de una familia que practica danzas prehispánicas bailan para conquistar el corazón y la conciencia de las nuevas generaciones y preservar esta tradición.
“Así nos encargamos de que no se pierda esto: conquistando su corazón y su conciencia (de las nuevas generaciones)”, dice Alejandro Vázquez, quien desde hace tres décadas lidera el grupo de danzantes Huizachtlan, provenientes del barrio de Iztapalapa, Ciudad de México.
El retumbar de los tambores durante su procesión, se añade al sonido de las conchas y cantos de los danzantes o concheros –como se les conoce– engalanados con un falderín, rodilleras, muñequeras, pectoral y un copilli –una especie de penacho–, algunos adornados con plumas de faisán, pavo, gallo, avestruz o artificiales.
Vázquez es el “tata” (líder) de su calpulli, que es una forma de organización prehispánica que hace referencia a las familias o clanes, y ha logrado involucrar a cinco generaciones de su familia en esta danza.
Marina Margarita Campos es la esposa de Alejandro. Cuando se casaron, dice, no solían participar en este tipo de danzas. “Solo bailaba mi suegra”, rememora.
Sin embargo, en una ocasión que acudieron a una fiesta patronal en el municipio de Chalma, en el Estado de México, vio a un grupo de danzantes y ahí fue donde encontró su pasión.
“Ahora no hay danza a la que faltemos, vamos a todos los eventos que nos invitan, porque nos gusta mucho llevar esta tradición a otros lugares”, comenta.
Asegura que formar parte de esta tradición que se apoderó de toda su familia es un orgullo.
“No importa si llueve, si hace calor, si nos cansamos, es un tradición tan bonita que no queremos dejar perder”, puntualiza.
De acuerdo con Vázquez, la danza es una práctica milenaria que se realiza desde mucho antes de la llegada de los españoles.
Tras la conquista de hace 5 siglos, permaneció oculta pero nunca se dejó en el olvido, pues es una forma de agradecer a las fuerzas y elementos de la naturaleza que dan vida y entender que son uno solo con el universo.
“Danzamos a las iglesias, pero sabemos que debajo de cada iglesia hay un teocalli, que quiere decir casas de Dios”, afirma y cuenta que en la época de la colonización los aztecas fingían danzarle a algún santo de la religión católica para evitar represalias de los colonizadores.
A lo largo de las últimas décadas, estos grupos de danzantes han hecho innumerables esfuerzos para preservar la tradición, y hombres como él se encargan de transmitir a las nuevas generaciones las danzas y los rituales mexicas.
La razón de ser de esta danza es la de unificar al hombre con el cosmos y entablar una armonía, de ahí que se inicie con el saludo a los cuatro puntos cardinales con cantos y rezos en náhuatl.
Para Vázquez, la danza prehispánica es una forma de vida, una manera de mostrar la mexicanidad y las tradiciones prehispánicas al mundo para así perpetuarlas.
FRASE
“No importa si llueve, si hace calor, si nos cansamos, es un tradición tan bonita que no queremos dejar perder”: Alejandro Vázquez, Líder de los danzantes Huizachtlan
jl/I