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Y resolver Magistraturas
A creerle
¿Alguna vez se ha preguntado por qué la mayor parte de quienes conducen algún vehículo en la calle obedecen las señales de tránsito y los semáforos, e incluso quienes no acatan las indicaciones de esos objetos, lo hacen a sabiendas de que están actuando en contra de las órdenes de la autoridad? Es decir, es comprensible que se obedezca a un agente de tránsito, porque es una persona que ejerce autoridad en ese tema, y puede actuar en nuestra contra si no hacemos caso a sus indicaciones, pero los letreros y semáforos son objetos inanimados, entonces, ¿por qué les hacemos caso?
Una posible respuesta nos la proporciona el sociólogo alemán Niklas Luhmann, quien, en un libro dedicado a analizar el fenómeno del poder dentro de los sistemas sociales, lo definía como un medio de comunicación. Es decir, el poder permite que ciertos mandatos se comuniquen a lo largo de todo el sistema social y se cumplan sin necesidad de que quien emitió la orden esté presente ahí donde se ejecutará la orden. De modo que el poder permite que las órdenes relacionadas con el tránsito vehicular lleguen a quienes deben atenderlas a través, incluso, de objetos inanimados.
Continuando con su análisis, Luhmann explica que dentro de cada ámbito de poder existen varios canales de comunicación, y que todos compiten entre sí por obtener y conservar la atención, y por lo tanto, hacen lo que pueden para evitar que quien los utiliza cambie de canal, porque su efectividad disminuye.
Esto que explica Luhmann nos permite entender las decisiones que está tomando nuestro presidente, López Obrador. Al igual que sus antecesores, quiere que su canal de comunicación del poder sea el único que se utilice y por eso, al igual que los presidentes que lo antecedieron, recurre a diversas estrategias para tratar de disminuir el uso de los canales alternos, de manera que su poder se afiance y tenga cada vez menos contrapesos.
Su conferencia mañanera, en ese sentido, es una estrategia muy efectiva, porque define el tema de la discusión cada día, y hace que la discusión en una buena parte de la sociedad gire en torno a lo que él quiere, que son siempre asuntos que considera que tiene bajo control, al mismo tiempo que aprovecha ese espacio para atacar otros canales de comunicación del poder que compiten con el suyo.
Entre los canales en competencia con el de López Obrador están los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil, que ofrecen espacios para la expresión de inquietudes y demandas que no caben dentro del estrecho canal del presidente, y por eso son muchos. Ahí podemos encontrar movimientos sindicales, feministas, ecologistas, etc., así como organizaciones que canalizan recursos a favor de la atención de personas, comunidades o temáticas que no son del interés de los partidos políticos, y que las instituciones públicas no suelen incluir en su agenda.
En particular, las organizaciones que defienden derechos humanos, asisten a personas o poblaciones vulnerables, protegen el medio ambiente, o trabajan en contra de la corrupción, sólo por mencionar unos cuantos asuntos, representan una amenaza al monopolio comunicacional que quiere establecer el presidente, porque hacen ver que no todo es como él lo dice, que hay perspectivas relevantes que no está tomando en serio, y hay problemas que no está resolviendo. Por eso quiere, a través de cambios en la miscelánea fiscal, reducir los recursos que la iniciativa privada y las personas en lo particular pueden canalizar a esas organizaciones, para ser el único al que acuda la gente que busca apoyo para resolver sus problemas.
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