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El populismo y las desapariciones

¿Por qué no se paralizan todas nuestras vidas ante las desapariciones de personas que ocurren todos los días? Es una situación verdaderamente aterradora, pese a que el gobierno se empeñe en contarlo de una manera tramposa como un fenómeno bajo control, pese a que busque por todos los medios de apartar la mirada de la sociedad.

Sabemos que los desaparecedores están aquí, que pueden llevarse a cualquiera y que no se vuelva a saber de esa persona nunca más. Sabemos que lo hacen no sólo por negocios ilícitos, sino también por capricho. Que a uno de esos con poder y capacidades organizativas para llevarse a las personas se le puede ocurrir de repente llevarse a una persona porque estaba en un lugar y en un momento funestos o porque lo vieron feo o porque se les antojó.

En las dictaduras militares, las desapariciones forzadas se caracterizaban porque era el Estado quien desaparecía a las personas por motivos políticos, a quienes se oponían a su régimen o a su doctrina. Fue una herida que laceró en lo profundo a las sociedades que padecieron ese tipo de gobiernos y que motivó enormes movimientos sociales para exigir justicia. Poco a poco se ha ido castigando a algunos de los responsables de esos crímenes y se han esclarecido algunos, pero todo eso ocurrió a partir del derrocamiento de esos regímenes y con gobiernos de un signo completamente distinto que se comprometieron con las víctimas.

Aquí en Jalisco y en México no tenemos propiamente una dictadura militar, aunque sí una tendencia a la militarización y al autoritarismo. La participación de soldados en labores que para nada les tocan a ellos se ha ido incrementando a lo largo de dos sexenios y medio a la par de las actividades criminales, sin que se note un efecto de sus pretendidas funciones de seguridad en nuestras vidas cotidianas y, en cambio, sí de inseguridad. Yo no me siento seguro con soldados rondando por las calles en sus vehículos artillados, prestos a apretar el gatillo y a cometer atropellos. El Ejército debería desaparecer por completo para sustituirlo por fuerzas civiles de paz muy distintas al ingenuo y populista “abrazos, no balazos”.

En Jalisco y en México hemos cambiado dos veces de partido en el poder desde el sexenio que inició la guerra contra el narcotráfico, pero ninguno de los gabinetes se ha comprometido de veras con las víctimas de desaparición, que hoy se cuentan en una proporción mayor que la de los homicidios, también en niveles alarmantes y mucho mayores que hace tres años. Era para que a estas alturas ya se hubieran modificado todas las instituciones para atender la crisis de desapariciones, desde la educación básica incluyendo en los programas un enfoque de paz, hasta la salud para dar acompañamiento universal a las necesidades de los familiares, que van mucho más allá de lo psicológico, entre otras instituciones que tendrían que cambiar e instaurarse programas permanentes de subsidios significativos para las familias de las personas desaparecidas. Eso serían acciones en serio para atender y erradicar las desapariciones.

Pero nada de eso ocurre, las autoridades se limitan a destinar recursos marginales dedicados principalmente a iniciar carpetas de investigación que nunca serán concluidas y dirigir operativos de búsqueda solamente en lugares donde los propios familiares ya han obtenido evidencia sólida de inhumaciones clandestinas. Y en vez de tomarlos en cuenta y trabajar con ellos, los excluyen de actividades como la exhumación de personas cuyos registros estaban incompletos. Es mucho más fácil que el gobernador tuitee algo de futbol o reciba a un deportista a que atienda a las víctimas.

Twitter: @levario_j

jl/I