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Ingenuos
El abogado de Ovidio
En esta semana Jalisco fue noticia a nivel internacional debido a que un juez decidió encarcelar a tres estudiantes de la Universidad de Guadalajara por sembrar arbolitos en un predio cuya propiedad no se ha aclarado públicamente con documentación oficial.
Me refiero al caso del conflicto entre habitantes de Huentitán y la empresa Iconia, en el que también tiene parte el Ayuntamiento de Guadalajara, respecto al uso que se le quiere dar a un predio ubicado en la esquina de la calzada Independencia y Periférico, donde hace muchos años se encontraba el Planetario.
El conflicto surgió porque los habitantes de Huentitán consideran que la empresa Iconia no puede asumir la propiedad del terreno, debido a que ha incumplido con los términos del convenio por el que el Ayuntamiento de Guadalajara se la cedería, para que construyera edificios de departamentos y otras obras de interés privado. Por eso decidieron reforestar el terreno, y convertirlo en un área verde, de las que tanto carece nuestra ciudad.
El asunto es complejo, y como afirmé más arriba, hace falta que el ayuntamiento presente la documentación que nos permita tener certeza de lo que está ocurriendo.
Sin embargo, esta situación nos permite plantearnos una serie de preguntas que es pertinente atender. ¿A quién pertenece la ciudad? ¿A quienes la habitan o a quienes disponen de los recursos necesarios para apropiarse, por las buenas o las malas, de un territorio en particular, que probablemente ni siquiera habitan?
¿Quiénes deberían intervenir en el (re)diseño de la ciudad? ¿Quienes la recorren todos los días, para atender sus actividades diarias, especialmente quienes lo hacen en las circunstancias más desfavorables, o quienes sólo desean obtener el máximo de ganancias por su inversión inmobiliaria, aunque para eso haya que obligar a la mayor parte de la gente a vivir en condiciones más precarias cada vez?
Habrá quien considere inútil plantear estas preguntas, e incluso dirá que la ciudad le pertenece a los más pudientes, porque son quienes la hacen existir, con su dinero, y su demanda de bienes y servicios. Pero esa respuesta es engañosa, porque no toma en consideración que, si es valioso vivir en una ciudad, tan valioso que son millones de personas las que la habitan, es precisamente porque la gran cantidad de personas que residimos en ella nos enriquecemos mutuamente con lo que hacemos, con nuestras interacciones cotidianas.
Somos las personas quienes le damos valor a la ciudad, juntas todas las personas generamos algo que no podríamos hacer si viviéramos de manera dispersa y aislada. Y por eso hay quienes quieren apropiarse de ese valor, y lo hacen mediante “inversiones”, que suelen ser la construcción de edificios de departamentos que se aprovechan de lo que ya estaba ahí. Por eso vemos que se construyen en los barrios tradicionales, o junto a los escasos parques, o junto a cualquier espacio que ya era valioso desde antes.
Y esa dinámica provoca que sea más caro vivir en esos sitios, y la gente con menos recursos tiene que abandonarlos para irse a vivir a las nuevas colonias, las que están lejos de lo que hace valiosa a la ciudad, teniendo que invertir cada vez más tiempo en trasladarse a los lugares de sus actividades cotidianas. ¿Le parece que esto es justo?
Curiosamente, una parte de las situaciones que causan más malestar en nuestra ciudad son resultado de haber dejado que se hiciera conforme a los proyectos de quienes “invierten” en ella. Por todo esto es importante que ejerzamos nuestro derecho a la ciudad, a proponer y participar en los proyectos para hacerla nuestra y habitable.
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