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Un México violento
Porque nos la quitaron
Todas las elecciones son únicas e históricas. Dejan una enseñanza tras de sí y, en mayor o menor medida, afectan la realidad política y social. Las del domingo pasado en el Estado de México y Coahuila cierran el último capítulo previo a los comicios presidenciales de 2024. Nada nuevo bajo el Sol, no hubo sorpresas. El resultado final en las dos entidades era, hasta cierto punto, muy previsible. Morena acabó llevándose la joya de la corona y el bastión priista por casi cien años, mientras la alianza opositora –conformada por PRI, PAN y PRD– ganó en el estado norteño.
Más allá de los porcentajes de votación sobre los que Marko Cortés y Alito Moreno han intentado construir una narrativa fantástica y ridícula, las conclusiones son simples y saltan a la vista: Morena va en caballo de hacienda rumbo a la Presidencia de la República; Claudia Sheinbaum salió fortalecida y el PRI y el PAN son el principal impedimento para que la ciudadanía que no está de acuerdo con el actual régimen tenga una verdadera opción para competir en 2024. El MC de Dante Delgado vive su propia esquizofrenia, esperando a su Godot (Marcelo Ebrard).
Partiendo del hecho de que Coahuila no es referente electoral como sí lo es el Estado de México y atendiendo las propias sentencias de Alito y Markito, así en diminutivo, de no postular a una o un candidato que provenga de las filas morenistas, el panorama está más que despejado para el presidente, su candidata y su partido, en ese orden.
Morena, como el PRI en sus mejores años, es un partido vertical que toma decisiones desde arriba y desde el centro. Sus intereses en los estados no existen en tanto no estén en la agenda de prioridades de quien ejerce el control político en el actual sexenio, ya que no solo es el jefe del partido sino también su creador. Por eso AMLO nunca se desgastó intentando poner orden entre sus tres candidatos a la gubernatura en Coahuila.
El Estado de México era otra cosa. Ahí era muy importante mostrar efectividad, orden, disciplina y estrategia. El territorio mexiquense era clave en muchos sentidos: tiene el padrón electoral más grande del país, allí residía la última fortaleza de un miembro de la alianza opositora y el más grande mito político de México. La victoria de Morena y del presidente también se dio en el plano simbólico.
Viéndolos en perspectiva, los datos son muy reveladores: en 2018 el PRI gobernaba 12 estados; el PAN, 12; PRD, uno, y Morena, cinco. Después de la elección del domingo pasado Morena controlará 22 estados –sin contar San Luis Potosí, que está en manos del Verde, afín a la 4T– y gobernará más de 85 millones de personas.
El PAN y el PRI quedaron reducidos a cenizas. Gobernarán, entre los dos, siete entidades federativas que representan 16 millones de personas. Hoy, PAN y PRI, por separado, tienen incluso menos poder territorial que MC, ya que éste último gobierna para una población de más de 14 millones entre Nuevo León y Jalisco.
Las condiciones de 2024 ya están dadas. Por más que insista la oposición, no hay tiro, la alianza no está para competir. Claudia Sheinbaum, la candidata mejor posicionada dentro y fuera de Morena, tiene hoy más posibilidades de ser candidata presidencial que el sábado pasado.
Los dirigentes del PAN y el PRI tendrán muchas dificultades para mantenerse en el cargo, ya no digamos para buscar una candidatura común. MC podría sumar a Ebrard, pero tendría que jugar contra AMLO y sus 23 gobiernos estatales, algo que se antoja muy poco probable. Ahora todo depende de la madre de todas las encuestas, del resultado y de la manera en la que lo asuman los contendientes.
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jl/I