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Centenarios de hogaño

In memoriam Juan López

 

El gobierno de Jalisco debería tener seriamente en cuenta que este es un año en el que también podemos celebrar “centenarios” de importancia. Claro que, aunque haya empezado ya a correr la anualidad, si nos ponemos las pilas podríamos dejar una huella importante del recuerdo de dos gestas de importancia para la vida de los jaliscienses y de los mexicanos en general.

Pero también nos resulta claro que, si queremos que el resultado valga la pena, es necesario que se prescinda por completo de los capos a quienes se encargó la conmemoración de los 200 años de la consumación de la Independencia, así como también, dos años después, del primer establecimiento del federalismo en Jalisco y la creación de nuestro “estado libre”.

Su abulia, diligencia o capacidad ya hicieron bastante daño a la memoria de los jaliscienses.

En 1824, en noviembre fue promulgada la primera Constitución en verdad mexicana. Desde que se consumó la Independencia en 1821 hasta noviembre de este año fue la Constitución proclamada en Cádiz en 1812 la que, de alguna manera –más o menos– fungía como marco legal en todo el país.

No hay por qué suponer que la carta magna de referencia haya sido totalmente diferente al documento gaditano, pero bien claro queda que tampoco fue una copia: de ella dependió mucho de lo que sucedió después. En realidad es 1824 el año en que se consolidó el federalismo, partiendo del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, decretada desde enero para evitar que se excedieran los federalistas y procedieran a escindirse algunas partes.

También en 1824, como es natural, se comenzó a trabajar la constitución particular de Jalisco, aunque no se alcanzó a terminar hasta principios del año siguiente.

Pero si el acaecer de 1824 no resulta suficiente, los acontecimientos políticos jaliscienses de 1924 pueden señalarse como la consolidación de la Revolución, gracias a la llegada al gobierno de la entidad de José G. Zuno y sus “bohemios”.

Bien puede decirse que, entre la legislación agraria, las modificaciones mercantiles y, al año siguiente, la fundación de la Universidad de Guadalajara, entre otras medidas de primera importancia, a pesar de la contrarrevolución cristera que sobrevino poco después, como una reacción contraria, del gobierno de Zuno devino principalmente el triunfo revolucionario en Jalisco.

Recuérdese que fue una entidad en la cual, antes de 1914, imperó sobremanera el Partido Católico, desplazado a fin de cuentas por la avalancha revolucionaria que vino del norte encabezada por Manuel M. Diéguez.

Es de suponerse que resultaría de elemental justicia que a memoria de Zuno adquiriera mayor relevancia, ahora que ya puede desligarse de figuras presidenciales y la memoria de él mismo, a más de 30 años de su muerte, empieza a difuminarse más de lo conveniente.

Los zunistas, agrupados los principales de ellos en el famoso “Centro Bohemio”, emanaron de la época armada de la Revolución, pero se imbuyeron de ella de tal manera que nadie puede negarles el derecho de pugnar por la consolidación de sus principios en el ámbito jalisciense.

Ojalá que el gobierno del estado ahora no nos falle y que de esta efeméride quede una huella profunda que enriquezca el ánimo regional, tan vapuleado durante los últimos años.

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jl/I