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El arte de lo concreto, en la ciencia

Jorge Luis Borges no era amigo de las obras extensas. Dejó su punto de vista en claro cuando escribió: “Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en 500 páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario”.

Los científicos que no escriben libros, sino sólo reportes de su trabajo, como si fueran cuentos cortos, pero de una realidad que ellos investigan y describen objetivamente, estarán encantados con la postura crítica de Borges ante las interminables narraciones o “novelas río”, como dicen algunos. Y es que el más importante género de comunicación en ciencia, que es el artículo de investigación –también llamado artículo científico–, es un informe relativamente breve.

Asimismo, cuando en conferencias o congresos los científicos exponen sus trabajos de forma oral, ya utilizando fichas para guiarse, apoyándose en PowerPoint o en cualquier otro artificio, sus presentaciones son de pocos minutos.

El artículo científico es breve en el sentido de que los resultados de meses o años de trabajo se compendian en una serie de tablas, cuadros, ilustraciones y algunas explicaciones que pueden tener un importante significado para la ciencia y a veces también para el desarrollo de nuevas tecnologías o productos. Puede ser tan concreto como el artículo sobre el modelo del ADN (Molecular structure of nucleic acids, 1953), de menos de mil palabras y una sola figura, que condujo a Watson y Crick al Premio Nobel.

Es por esto que la mayoría de los científicos de la actualidad no cree en la importancia de escribir libros, redactar amplios tratados que les tomará tiempo y les restará esfuerzo a su labor prioritaria que es la investigación. Menos aún porque no trabaja en solitario, sino en equipo, y el trabajo de elaboración de los artículos lo hace en conjunto a seis, ocho, o 10 manos.

La economía en el uso de las palabras también cuenta en el artículo científico porque las revistas de reconocimiento internacional cobran a los autores por publicarles sus trabajos. Así que deben esforzarse por divulgar su mensaje con el mínimo de palabras y máximo significado.

Y dentro de lo pequeño que puede ser el artículo científico, por fuerza tiene que llevar un apartado independiente; se trata del resumen, que en escasas palabras (120 en promedio) debe decir de qué se trata ese nuevo reporte que los autores están entregando a la comunidad científica. Es como un desprendible.

Ese trocito de información que condensa el contenido general del artículo es más importante de lo que los estudiantes de posgrado e investigadores noveles supondrían, pues es lo que permite al potencial lector decidir si la investigación le interesa o no, y proporciona los datos necesarios a los bibliotecólogos para clasificar el artículo en cuestión y colocarlo donde pueda ser encontrado por otros a quienes atraiga el tema.

El resumen del artículo científico, mejor conocido como abstract, se escribe al final, cuando el artículo ya está listo para ser enviado a la revista, pero se coloca al principio. Para muchos autores es lo más difícil de elaborar; tan así, que hasta hay tratados sobre cómo escribirlos y se imparten talleres para enseñar a los futuros científicos.

Parafraseando a Baltazar Gracián, que dijo: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, al científico le cabe afirmar que el contenido de su trabajo es dos veces breve, tanto por el reporte, que sintetiza su investigación, como por el resumen que lleva incluido. Pero, de que su trabajo sea bueno, eso le toca decidir al lector.

*Escritor de ciencia y ambiente.

Profesor titular C. UACJ

 

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