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Autoritarismo o libertad

Hace algún tiempo comenté en este mismo espacio que había una tendencia clara de crecimiento de posturas a favor del autoritarismo, y veo con preocupación que dicha tendencia se empieza hacer cada vez más evidente, por lo que quiero exponer de nuevo esa situación.

A mediados del siglo pasado un grupo de investigadores, liderados por Theodor W. Adorno, decidió averiguar los motivos por los que tantas personas en Alemania y otros países aceptaron seguir a Hitler, pese a que los estaba conduciendo por el camino de la violencia y la destrucción de sus semejantes.

Lo que encontraron esos investigadores fue que en sociedades en las que la figura paterna está ausente en lo emocional, y por lo tanto no les garantiza un amor paterno incondicional, las personas tienden a desarrollar una obsesión por el cumplimiento de las normas, porque sólo así se sienten merecedoras del amor de su padre.

Esas personas, entonces, desarrollan un síndrome que las condiciona para aceptar a un líder autoritario que les resuelva la angustia que les causa la libertad, porque suponen que “quien obedece nunca se equivoca”. Adorno y sus colegas lo denominaron síndrome de personalidad autoritaria, cuyas características describiré a continuación.

Adhesión rígida y emocional a los valores de la clase media, lo que hace que asuman cualquier error o trasgresión de su parte como una falta gravísima, con un sentimiento de culpa excesivo.

Una actitud sumisa y la aceptación acrítica de lo que le indiquen las personas que reconocen como autoridad moral, a las cuales idealizan, porque le señalan lo que es bueno y malo, lo que debe y no debe hacer, y así les evitan la ansiedad que les provoca tener que decidir por su cuenta. Por eso cuestiones como el aborto les causan una gran ansiedad y preferirían que ni siquiera se discutieran.

Tendencia muy fuerte a buscar y condenar, rechazar y castigar a los individuos que violen los valores convencionales, por lo que reaccionan de manera sumamente exagerada, por ejemplo, en contra de los grafiteros que pintaron un vagón del Tren Ligero.

Se oponen a darle un lugar a lo subjetivo, imaginativo y sentimental, porque les da miedo tocar sus sentimientos, especialmente los de dolor o miedo.

Creen en la existencia de situaciones sobrenaturales que nos dominan, y asumen que hay fuerzas malignas detrás de lo que les causa angustia. Además, tienden a pensar en categorías rígidas, como por ejemplo a afirmar que el azul es para los niños y el rosa para las niñas, y por ello rechazan la perspectiva de género.

Por otro lado, se identifican con las figuras que representan el poder y valoran en exceso la fuerza y la dureza, y por ello admiran a personajes como Bolsonaro, Trump o Putin, y les fascina el poder militar.

También manifiestan actitudes de destructividad y cinismo, como exigir que a los delincuentes se les castigue de la manera más dura, e incluso se les asesine, pues consideran que no tienen remedio.

Asumen que hay una conspiración para alterar el orden del mundo, dirigida por personajes como George Soros o cualquier otro por el estilo.

Y, finalmente, manifiestan una preocupación exagerada por las cuestiones sexuales, y por eso rechazan violentamente las reivindicaciones de quienes integran la diversidad sexual.

Como podrán ver, en estos tiempos es muy fácil encontrar a personas que manifiestan varios de estos rasgos, y esto puede ser el anuncio de que lo poco que hemos avanzado en la construcción de nuestra democracia esté en riesgo. Ahora bien, esto tiene solución, y una manera de evitar que continúe creciendo esta tendencia al autoritarismo es aceptarnos mutuamente, poniendo más énfasis en lo que nos une que en lo que nos divide, pero dejando a cada quien el espacio necesario para que viva conforme a sus propios anhelos. No dejemos que nos domine el miedo a la libertad.

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@albayardo

JJ/I