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Congreso Constituyente… sin ciudadanos

Es cierto que desde su discurso de inicio de campaña en abril de 2018, el candidato de MC al gobierno del estado manifestó que de acuerdo con el proceso de desarrollo de su proyecto de refundación, podría llevarlo “o no a plantear la necesidad de una nueva Constitución para nuestro estado”. Es cierto también que el tema fue abordado a lo largo de una campaña, tras la cual resultó electo gobernador con 39 por ciento de los votos y le otorgó la legitimidad para llevar adelante su proyecto.

También es cierto que la refundación como concepto, debido a su carácter polisémico y a la ausencia de un sustento histórico lo suficientemente potente para que los habitantes de Jalisco se sientan interpelados, no ha permeado en el ánimo ciudadano. En contraste con el proyecto de la cuarta transformación (4T) que cuenta con legiones de partidarios, el proyecto de la refundación ha transitado con más pena que gloria. No se observa ni en las calles ni en las redes un apoyo similar.

Por eso, se hubiera pensado que Enrique Alfaro, ya en sus funciones como gobernador, debiera haber sido más cauteloso y que el avance de su proyecto alcanzara mayor adhesión para presentar su iniciativa. Sin embargo, a escasos meses de asumir el cargo, en el contexto de una intensa confrontación con el gobierno federal, aprovechó la conmemoración de la Carta Magna para presentar su iniciativa, contradiciendo su discurso de analizar la pertinencia de una nueva Constitución en relación con el desarrollo de su proyecto.

En los hechos, el gobernador trastocó el sentido original de su iniciativa, y de considerarla como el resultado de un proceso, la transformó en la base de su proyecto de refundación. En efecto, la iniciativa es vista como una decisión unilateral en la que no se ha contemplado, para su presentación y formulación, la participación de los ciudadanos. Para decirlo claro, la necesidad de una nueva Constitución no se encuentra ni en el ánimo ni en las prioridades de la ciudadanía.

Por eso, el proceso para la creación del Congreso Constituyente se ha realizado, estrictamente, en el espacio legislativo. Más que un debate sobre los contenidos, lo que se observó fue el esfuerzo realizado por Salvador Caro para sacar adelante el dictamen y sumar los 26 votos necesarios para la mayoría calificada. Vale la pena, ya que la ciudadanía se ha encontrado ausente en este proceso, revisar el comportamiento de los diversos grupos legislativos sobre la iniciativa.

Desde su inicio, y debido a tratarse de una iniciativa del gobernador, los diputados del partido Movimiento Ciudadano se alinearon, disciplinadamente, a favor. En el caso del PAN, aunque la dirección nacional había mandatado a que se votara en contra, las diferencias intestinas en que se debate a nivel nacional, se manifestó localmente y solamente dos se ajustaron a las directrices; los seis restantes, aduciendo compromisos con el frente electoral que los llevó al cargo, emitieron su voto a favor. El caso de Morena merece una reflexión particular, ya que el cambio drástico de su posicionamiento de no obstaculizar el Constituyente, obedece en voz de Hugo Rodríguez, su presidente estatal, a que “probablemente el presidente de la República estará interesado en hacer lo mismo”. Atendiendo la directriz cuatro votaron en positivo, uno votó en contra y el otro se abstuvo. La priísta fue la única bancada que se mantuvo en el rechazo y votó en contra. Los partidos menores (PRD, PT, PVEM) se alinearon, como es costumbre, a MC.

En una sesión rápida, con 36 votos a favor, seis en contra y una abstención, el Congreso aprobó el dictamen para la creación de un Congreso Constituyente, ajeno a las necesidades urgentes de los ciudadanos.

@fracegon

JJ/I